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Columna
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Las horas

'Todas nos hieren; la última nos mata'. Es el lema del reloj barojiano de la iglesia de Urruña. Hay otros lemas, multitud de leyendas similares en multitud de viejos y funestos relojes. El de Ainhoa le advierte al viajero: 'Pasan veloces, pero aquí no se detienen'. Somos un animal hecho de tiempo al que consume el tiempo. Nos ganamos la vida vendiendo nuestro tiempo, enajenando nuestras horas contadas por un cutre salario para pagar las letras de un angosto boquete de hormigón con dos habitaciones o un ataúd con ruedas, dirección asistida y doble airbag.

Esos ingleses locos que estos días se afanan en clonar embriones humanos deberían saber que, en el fondo, el suyo es otro juego para aplazar la muerte, una partida destinada al fracaso porque el tiempo, al igual que la banca, siempre gana. Es el hijo del viento. Por eso gana todas las carreras por muy veloz que sea el adversario. Siempre acaba extenuando a su rival.

Nada de todo esto le es ajeno a Fiz Alvarez, el joven estudiante vigués que, a sus 21 años, ha decidido dar la vuelta al mundo en bicicleta para 'recorrer los países que me gustaría ver antes de morir'. Fiz saldrá hacia Algeciras, pegará el salto a Africa, viajará a Iberoamérica y ascenderá hasta Alaska para volar a Australia, darse una vuelta por Indonesia y concluir su excursión por los caminos de la vieja Europa. ¿Quién dijo que los jóvenes de hoy día han perdido el sentido? ¿Quién dijo que no leen a los clásicos? Fiz Alvarez encarna el Carpe diem como ningún poema, aún mejor que el más lúcido epigrama. El joven Fiz ha conseguido transformarse en poema. Si el tiempo lo permite, dentro de poco rodará alrededor de la Tierra convertido en poema sobre su bicicleta. A sus flamantes 21 años ha entendido el mensaje del reloj de Urruña perfectamente bien, mejor que casi todos los que, con más años y menos decisión, decidimos quedarnos en casa mientras él pedalea. Le quedan muchas horas y no quiere perder un minuto. Cuando regrese a casa tendrá 25 años y sabrá que en la vida, hasta el final, sólo hay metas volantes.

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