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SEGURIDAD ALIMENTARIA

Los priones y el 'ruido' ecológico

Considera el autor que la mejor arma de los ciudadanos ante la crisis de las 'vacas locas' es informarse convenientemente, una prevención racional y dejar hacer a los científicos

Los priones son las moléculas de actualidad. Quizá le resulte más conocido el término enfermedad de las vacas locas o, aunque algo menos que el anterior, el de Encefalopatías Espongiformes Transmisibles. En cualquier caso me refiero a esas malditas partículas de naturaleza proteica que en los últimos meses pretenden alterar nuestros hábitos nutritivos, colocando en el ámbito de lo prohibido a los sesos de bovino y otras delicias. Con la ayuda de algunos celosos lo han pretendido, aunque hasta el momento no lo han logrado, con el caldo, el chuletón e incluso la leche.

De todos modos han provocado un proceso histérico colectivo que nos hace imaginar la presencia de alguna entidad maligna, alevosamente enmascarada en la carne de vaca y dispuesta a abalanzarse sobre la humanidad, como esos monstruos gelatinosos y verdes que irrumpen en la pantalla de las películas de ficción y terror.

El hombre está haciendo demasiado ruido ecológico sin conocimientos suficientes

Poco conoce la ciencia sobre ellos. Ahí radica su fuerza y nuestra debilidad para defendernos de forma adecuada. Por ello creo que la mejor arma a nuestro alcance es la de informarse convenientemente, adoptar las medidas preventivas que sean racionales, dejar hacer a los científicos y no preocuparse más allá de lo razonable.

Debemos saber que estos priones han estado con nosotros desde siempre. Son proteínas propias de nuestro organismo, cuya función no está del todo descrita, aunque tiene que ver con el funcionamiento ordinario de las neuronas, en concreto de la sinapsis. Son proteínas que están determinadas por el código genético de cada persona. Hay un gen que contiene la información genética necesaria para su síntesis. Cada especie tiene su prión específico, y aun en cada especie se dan tipos varios.

Las encefalopatías espongiformes (de las que es necesario conocer que son fatales en aras de la pretendida información) surgen en el ganado vacuno, en ciervos y venados, en gatos, en visones, en cabras y ovejas, además del hombre, cuando los priones normales, en cantidad suficiente, cambian su forma espacial y se transforman en priones alterados. Esto puede ocurrir de modo esporádico, por causas genéticas y hereditarias. También por transmisión de priones alterados entre individuos de la misma especie al haber ingerido los individuos sanos tejidos donde se acumulan los priones alterados (sesos, médula espinal, sobre todo) de los individuos enfermos; y más difícilmente por transmisión entre individuos de especies diferentes, por un mecanismo semejante.

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La dificultad de transmisión entre especies es conocida como 'barrera de especie'. Para superarla se requiere que el prión alterado del individuo enfermo sea muy parecido en su composición al prión normal del individuo sano. Se desconoce el mecanismo que provoca el cambio de forma en el prión normal para transformarlo en prión alterado, pero sí se sabe que está inducido por el prión alterado.

Algunas encefalopatías se conocen desde hace ya un tiempo. El scrappie, prurito o tembladera del carnero, desde el siglo XVIII. Nuestros pastores la conocen bien. Y, desde 1920, la enfermedad CJD (Creutzfeldt-Jakob Disease) en humanos. La alarma sobre estas enfermedades surge en el Reino Unido cuando en 1983, por una alteración negligente en el proceso de tratamiento de las harinas de origen animal empleadas para el enriquecimiento de los piensos animales, no se desnaturalizaron (léase neutralizaron) los priones alterados en ellas existentes. Entonces, el ganado vacuno, alimentado con estas harinas deficientemente tratadas, se infecta de priones alterados procedentes de otros vacunos o de ovinos y desarrolla de forma significativa la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB) o enfermedad de las vacas locas.

Sin embargo, estos priones son eliminables. Como cualquier proteína pueden ser destruidos cuando se cuecen durante 20 minutos a 133 grados centígrados de temperatura y tres barios de presión.

La razón de la alarma se recoge en la siguiente cuestión. ¿Los priones alterados y no desnaturalizados superarán la barrera de especie entre los bovinos y el hombre? No hay evidencias científicas suficientes para responder afirmativamente; tampoco las hay para hacerlo en sentido contrario. Sin lugar a dudas que los científicos resolverán convenientemente esta cuestión, como lo han hecho en el pasado con las planteadas por enfermedades ocasionadas por agentes más virulentos.

La causa del mal comentado se encuentra más en la raíz de los hechos. Teilhard de Chardin dijo en su teoría sobre el origen de la vida: 'el Hombre entró sin ruido (...) sin causar ningún quebranto en la Naturaleza'. Sin embargo, en las últimas décadas, el hombre está haciendo demasiado ruido ecológico. Sin conocimientos suficientes, está alterando de modo importante los sutiles mecanismos biológicos de la biosfera, de la cual necesariamente depende.

En el caso de la enfermedad de las vacas locas hemos alterado los mecanismos nutritivos naturales (no estoy culpando a los ganaderos, en este proceso hay una responsabilidad compartida); hemos convertido seres herbívoros en carnívoros cuando no en caníbales, en meras industrias de producir carne sin más ni mejor visión holística del conjunto de los procesos biológicos necesariamente vinculados.

Ésta es una de las enseñanzas que debemos extraer de este episodio que, espero, pronto quede a nuestras espaldas y que nos deberá ayudar para tener, en todas nuestras acciones, más presente la ecología, el medio natural en el que estamos integrados y que, consecuentemente, debemos valorar, proteger y conservar.

Javier Marcotegui Ros es consejero de Medio Ambiente, Ordenación del Territorio y Vivienda de Navarra.

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