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El cierre del colegio de jesuitas Mater Amabilis deja a 250 escolares en la calle

Los cerca de 250 escolares del colegio Mater Amabilis, de la Compañía de Jesús, no podrán jugar el próximo curso en el patio donde hace más de 28 años aterrizó el coche del entonces presidente del Gobierno, Luis Carrero Blanco. Los jesuitas han decidido, ante la indignación de los padres, cerrar este centro concertado, ubicado en pleno barrio de Salamanca, y utilizar las aulas para las labores sociales y apostólicas que realizan en la parroquia de San Francisco de Borja, en cuyo edificio está situado el colegio.

El director del centro, Valentín Matilla, explicó que la decisión se debe a 'una revisión de las prioridades apostólicas de la Compañía'. Además explicó que las 'deficiencias físicas de los locales se han ido acrecentando' con el paso del tiempo. El centro, que comenzó a funcionar en 1952 como escolanía, carece de gimnasio y de laboratorios. El plazo para pedir la revisión de la subvención finaliza el próximo 31 de enero.

Las razones dadas por el colegio no han convencido a los padres, que han recurrido al Defensor del Menor para ver si pueden impedir el cierre. Según consta en el escrito que han presentado a esta institución, en el mes de junio, y con motivo del cese del anterior director, preguntaron si la decisión podría ir unida a un posible cierre del colegio. 'El padre provincial de Toledo [Alfredo Verdoy] contestó que no existía ninguna intención ni causa alguna para pensar en ello'.

Matilla aseguró que los chavales serán 'recolocados al 100%' en colegios religiosos subvencionados ubicados a menos de un kilómetro del actual. De hecho, y según explicó Joaquín García, uno de los 15 profesores que tiene el centro, podrían ser destinados al Natividad de Nuestra Señora, a la Inmaculada Concepción y al Blanca de Castilla, todos ellos con vacantes. Según el director, también podrían acudir a El Recuerdo (en Chamartín) o al Padre Piquer (en La Ventilla), ambos de los jesuitas. Lo mismo ocurrirá con los docentes, al menos con los que llevan 'ocho o nueve años'.

Pero las familias, que están barajando la posibilidad de ir a Roma para reunirse con el padre general de la Compañía, Hans Peter Kolvenbachel, insistieron ayer en que 'no se puede mover a los niños como salchichas' y en 'el grave perjuicio emocional y psicológico' que puede suponer para sus hijos tener que cambiarse de centro. En este sentido señalan que algunos muchachos se matricularon este curso por primera vez con clara intención de continuar allí sus estudios.

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