Cal para la vaca muerta
¿Cuánto puede durar un Gobierno? Todo lo que resista, todo lo que aguante. Los socialistas dicen que los populistas han caído ya, y Aznar piensa que le quedan 10 años para hacer de España uno de los países más desarrollados del mundo. Creo sinceramente que estamos atravesando un momento malo del mundo y que este Gobierno no es responsable. Suyo no es el uranio, ni el hambre afroamericana que produce la estampida, ni él ha inoculado a las vacas; él ha creado la inflación por la superprotección a las empresas: pero no le quedaba otro remedio.
Superprotege a los grandes empresarios. Los pequeños apenas pueden ir a la huelga, como ayer en Madrid. No soportan un día sin ingresos: ni económica ni mentalmente. Lo que creo es que cuando se le presentan estos fantasmas no los sabe manejar. No es hombre de gobierno para las malas temporadas: es de esos voluntariosos admirables que creen que negar las cosas equivale a que no existan, y llama a eso beligerancia. Beligerantes somos todos, hombre de Dios. Lo que pasa es que unos creemos que hay que conocer todos los datos, saber toda la información, oír todas las voces, ver todas las caras.
Echar cal a las vacas muertas o a los directores de TVM no es hacer política, ni resolver un problema. 'Había un problema y lo he resuelto', dijo cuando ató a un grupo de inmigrantes, los drogó y los metió en un avión para sacarlos: el problema se ha multiplicado por mil, o por diez mil, porque no estaba resuelto. Estaba brutalmente disfrazado. 'Esto es una tregua trampa', dijo luego, por sí o por su truchimán, seguro de que era un signo de debilidad del enemigo: y el problema se multiplicó por mil. Esta especie de negación de las realidades, aprendida en la escuela de Franco, en el Frente de Juventudes, en casa de Manolo Fraga, con su padre y con su abuelo y el gobierno mundial en el poscomunismo que tiende hacia la fascistización, puede inclinar a usar de una manera ineficaz la democracia, como Fraga echa cal al montón de las vacas sacrificadas. Pero se sabe. El ascenso sorprendente y veloz de Zapatero, la recuperación porcentual de los socialistas en las encuestas, el fastidio por el destemple gobernante, hacen creer que el principio del fin ha llegado ya. Pero hay pocas pruebas de que un partido caiga por gobernar mal. Felipe González tuvo que profundizar mucho en la fascistización para caer, y gobernó mucho mejor que Aznar.
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