San Antón, buen patrón
Acabamos de celebrar la festividad de san Antonio Abad, san Antón, patrón de los animales. Como si de un renovado Arca de Noé se tratase, muchas han acudido con su animal de compañía a recibir la bendición del Santo. Yo no llevé a mis gatos, y mi mujer, un año más, ha tenido la delicadeza de no llevarme a mí ante la sacra y benévola imagen. Confío en que la bendición tenga carácter urbi et orbe, porque así ganamos todos. Bien pensado, quizás tenga ese carácter, porque ayer, cuando abrí la despensa, una vaca se reía desde una cajita redonda; una gallina, rodeada de polluelos, sonreía beatíficamente en su corralito de cartón; un pez mostraba su cara más amable desde su acuario imposible; borreguitos lechosos regalaban suaves y esponjosas miradas; por allí pastaban cabezas de buey ufano en cubitos... Un chino, que parecía el dueño de la granja, contemplaba satisfecho la imagen. Todos, desde sus envases, parecían conscientes de que estamos en sus manos. Bajo la aparente bonanza esconden una oculta sed de venganza. Estamos pagando caro las dosis de clembuterol que les hemos hecho tragar; la tortura de la ganadería intensiva mal entendida; el estabulado cruel; las inyecciones de hormonas de rápido engorde; el pienso con harinas cárnicas; las malas artes de pesca; el agua podrida o el aire envenenado -como un tributo sarcástico al sistema solar: uranio, plutonio... Y más caro lo vamos a pagar: el que quiera comer carne sana que pague el impuesto. Es la rebelión en la granja. Ante tanta animalada sólo pido que san Antón nos proteja. Y, visto lo visto, que nos bendiga también.-
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