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Columna
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La Aduana

Málaga es rara hasta para manifestarse. Cuatro veces, con anoche, salió a la calle para pedir que el Museo de Bellas Artes tenga como sede el Palacio de la Aduana, caserón que es parte importante de la historia pasada de la ciudad, cuando el mar llegaba hasta sus portalones. Hoy es sede de la subdelegación del Gobierno y el pueblo de Málaga quiere que todo el patrimonio artístico de la ciudad esté ubicado en este palacio, cerca del Museo Picasso y del centro histórico malagueño.

La Plataforma ciudadana montada al efecto viene cosechando éxito tras éxito en su convocatoria. Ayer noche Málaga respondió como esperaban. O mejor, mucho más de lo que pensaban, sobre todo porque en la cabeza, además del alcalde, Francisco de la Torre Prados, iba el secretario general del PP en Málaga, Joaquín Ramírez, pese a que en un principio los populares, con la entonces alcaldesa de Málaga, Celia Villalobos, se habían negado a que el Museo de Bellas Artes se instalara en La Aduana, ofertando, por contra, el Convento de la Trinidad.

Celia Villalobos ha perdido la batalla, sobre todo si, como parece, la actual ministra de Cultura, Pilar del Castillo, está dispuesta a escuchar los argumentos de las cincuenta organizaciones que han firmado el manifiesto para que las casi dos mil obras de arte y las catorce mil piezas arqueológicas, actualmente en los sótanos, puedan ser mostradas en el Palacio de la Aduana. Los actuales dirigentes del PP en Málaga, más atentos de por dónde corren los vientos políticos, se han movido, sumándose a la corriente popular.

Con todo, quizás lo más importante es que Málaga sea capaz de salir a la calle reivindicando cultura. Manifestaciones populares hay muchas, pero que toda una ciudad tome conciencia de la necesidad de defender su patrimonio artístico, parte del cual está en su propia identidad como pueblo, es reconfortante en tiempos donde la cultura no es precisamente lo que más motiva a la sociedad. Hay que confiar en que Celia Villalobos, desde su posición en el Gobierno de Aznar, apoye la petición unánime de los ciudadanos, salvo que quiera seguir nadando contra corriente.

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