Conductores del 70

Mis padres viven al final de la calle de los Hermanos García Noblejas, justo donde la línea 70 de autobús finaliza su trayecto. Durante años hemos tenido que soportar que se juntaran hasta tres y cuatro autobuses a lo largo de toda la manzana, bloqueando a los coches que estaban aparcados mientras soltaban sus humos y sus ruidos a cualquier hora.

Hemos aguantado las multas impuestas por la Policía Municipal por el mero hecho de sobrepasar unos centímetros la señal de aparcamiento reservado para la EMT, aun cuando la parada estaba a 15 metros y los vehículos no estorbaban en absoluto a los autobuses. Y lo peor de todo, nos hemos visto obligados a ver a los conductores orinando abiertamente en plena calle, a pesar de tener un bar justo al lado de la parada.

Hace un mes, un sábado a las diez de la noche, me llevé la desagradable sorpresa de no poder sacar mi coche, perfectamente estacionado, porque al conductor le había resultado más cómodo aparcar el autobús en la esquina opuesta a la de la parada mientras él estaba en el bar.

Afortunadamente no tardó en volver, pero la mala suerte quiso que el autobús se estropease y no arrancara, con lo cual un cuarto de hora después me vi obligada a salir circulando por la acera, mientras el conductor (de los pocos de la línea 70 que tienen ciertos modales) se deshacía en disculpas.

El 6 de enero pasado, festivo y con un escaso número de autobuses operativos, mi hermano, que tiene dos hijas pequeñas, no pudo encontrar ningún sitio adecuado para estacionar, salvo ocupando parte de la parada. Cuando se disponía a volver a su casa, a las doce de la noche, se encontró con que le habían sellado las dos cerraduras del coche, por lo que una de las niñas tuvo que entrar por el maletero para abrir desde dentro. No pretendo eximir a mi hermano de su parte de culpa, pero me parece muy grave la manera de proceder de estos individuos.-