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Entrevista:GOTZONE ETXEBARRIA | EX GALERISTA DE ARTE

'Vivo con gente cada vez más joven y no soporto a algunos pesados de mi edad'

Gotzone Etxebarria dirigió la bilbaína galería de arte Mikeldi, desde su fundación en 1964 hasta 1980. Después de la guerra incivil sufrió la amargura de tres años de exilio. Ha vivido en Nueva York, de 1961 a 1963, y en París. Gotzone es el prototipo de la vitalidad. Una tía suya le dijo cuando cumplió 18 años: 'Con esa vida tan agitada, un día de estos te vas a morir'. Ha cumplido 77 años, sin ocultarlo, y sigue viviendo a tope sin privarse de nada. De sonrisa permanente, lleva unas gafitas de montura dorada alojada en la punta de su naricilla. Asidua del Casco Viejo, ella una de esas personas que forman parte del Bilbao de siempre, como el Teatro Arriaga, la plaza Elíptica, el mercado de la Ribera...

'Hay mujeres dirigiendo galerías que lo harán mejor de lo que yo lo hacía'

Pregunta. ¿Cómo ve el arte en estos momentos en el País Vasco?

Respuesta. La gente ahora está más abierta a las nuevas tendencias.

P. ¿Encuentra muchas diferencias con los tiempos suyos de galerista?

R. Sí, gracias a Dios, y me parece bien.

P. ¿Cree que se entendió como se merecía la dedicación de la galería Mikeldi a promocionar y a descubrir a artistas vascos?

R. Supongo que sí, pero tampoco importa tanto. En su momento hicimos lo que creíamos más oportuno. A la larga parece ser que sí, porque muchos artistas de aquellos crearon una escuela o formas de ser o formas de pintar.

P. ¿El mundo de los artistas se ve envuelto en excesivo divismo y, por ende, en un exagerado yoísmo?

R. No sólo el de los artistas, sino en el de cualquier creativo. ¡Aguanta a un poeta que sea muy bueno! Y si quiere seguimos, y un músico, etcétera...

P. ¿Vive rodeada de muchas obras de arte?

R. Sí, tengo la casa llena.

P. ¿Qué tal se comporta su perrito con esas obras?

R. No le alcanza la altura para hacer pipí; por otro lado, le he enseñado a comportase.

P. Acostumbrada a vivir en otros países y en ciudades grandes, ¿nunca se le hizo Bilbao un lugar pequeño?

R. Nunca. Para mí Bilbao siempre ha sido grande. Tiene todas las ventajas de una ciudad grande y las ventajas de una ciudad pequeña. Unas amigas de mi madre, decían en París, que Bilbao era la capital del mundo.

P. ¿No es estúpida la pugna entre guipuzcoanos y vizcaínos, cuando en sus tiempos de galerista lo que importaba era que fueran buenos artistas, sin valorar su especificidad regional?

R. Perdona. Ahora y siempre...

P. Yo no lo vi así. Quizá fuera porque en los años sesenta expusieron en la galería Grises los artistas guipuzcoanos, Zumeta, Balerdi, Mendiburu, Bonifacio, Sistiaga...

R. Otra cosa era que venían ellos aquí a exponer. Y los de aquí tenían más dificultad para exponer en Guipúzcoa...

P. En aquel entonces los vizcaínos poseían la calidad de esos que he mencionado...

R. ¡Qué dice! Además, eso lo tiene que poner: que no estoy de acuerdo.

P. ¿Sigue fumando en boquilla? ¿Sabía que por ello mucha gente creía que era una galerista parisina?

R. Ja, ja, ja... Fue una temporada en la que fumaba mucho y lo hacía en boquilla para alejarme del tabaco. Pero como había que hacer demasiadas operaciones de limpieza, me cansé. Y empecé a fumar directamente.

P. Como se maneja en varios idiomas, fue una adelantada al tiempo. ¿Quizá ahora encajaría mejor con los tiempos?

R. En aquel tiempo fui la primera mujer que dirigía una galería en Bilbao. Ahora hay mujeres dirigiendo galerías que lo harán mejor que yo lo hacía en aquella época. Me siento reflejada en ellas. Me dan envidia. De todos modos, yo viví mi etapa, ya tengo mi edad y ahora se trata de gozar de esa gente.

P. ¿Por encima de todo lo que te interesa es la vida misma?

R. Todos los días cuando me levanto me digo: ¿qué voy a hacer para divertirme?

P. ¿Sigue siendo una noctámbula?

R. Ahora no sé cómo me está haciendo esta entrevista, porque me he acostado a las cinco de la mañana, y tengo todavía telarañas de la noche. Además, el sol es un poco mi enemigo.

P. ¿Qué eso de que vive en la cuarta dimensión, que aludía antes de encender el magnetófono?

R. Es como respuesta a lo que llaman la tercera edad. Me parece una palabra espantosa. O sea, he pasado la tercera edad y me he puesto en la cuarta dimensión, que es todavía más arriba y me siento como etérea. Cuando quiero bajo, participo, sin ningún compromiso, con suma libertad para hacer lo que me da la gana.

P. ¿Ha seguido la estela de algunos pintores que se iniciaron en sus tiempos de galerista? ¿Destacaría algunos?

R. Por supuesto que sigo a todos. Alevines míos, por ejemplo, les considero a Díez Alaba, Morquillas, Mirantes, entre otros. No sólo les sigo, sino que mantengo una buena relación personal con ellos.

P. ¿Le extraña que a pesar de estar mucho tiempo fuera del arte le sigan asociando al mundo de la plástica?

R. No, porque, entre otras cosas, sigo ese mundillo, o bien en inauguraciones, o en charlas. Es normal. Los jóvenes que no me conocen pensarán que soy una visitadora de galerías y esas cosas.

P. ¿Por qué tendemos a valorar más a un amigo por el hecho de que sea artista a que no lo sea? ¿No puede ser mejor alguien que no sea nada a otro que sea artista?

R. Eso puede pasar entre gente snob, entre gente que valora lo exterior. Como se valora a un futbolista. Haces ídolos de ellos. Si sólo son futbolistas, al cabo de veinte años, ¿quién se acuerda de ellos? Usted mismo, que era muy amigo de algunos futbolistas verá quiénes han pasado por sus manos y dónde están...

P. Al margen de la pintura, ¿echa en falta la ausencia de amigos y amigas desaparecidos?

R. Hombre, claro. Pero aparte de la pintura sigo teniendo muchos amigos. Soy millonaria en amigos. Además, el único don que tengo es el saberme ganar amigos. Tengo verdadera necesidad. Cada vez que veo a alguien en un sitio que no conozco tengo una necesidad imperiosa de ganármelo. Y puedo hacer hasta volatines sin que se den cuenta, y ya me los gano. Pero los de mi edad, los de mi generación, muchos han desaparecido y a otros se les nota la edad. Nos hacemos mayores.

P. Pero no se le nota...

R. Siempre he dicho: tengo muchos años, pero no soy mayor. ¿Sabe por qué? Porque soy una chupona, como los murciélagos: vivo con gente cada vez más joven, y me enrollo con ellos, y estoy en el mundo de ellos, y no soporto a algunos pesados y tristes de mi edad.

Por eso estoy en la cuarta dimensión.

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