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Reportaje:

Unas chabolas que valen millones

Una constructora paga a las familias de Los Perdigones (Sevilla) para que cambien sus chozas por otras viviendas

Las máquinas comenzaron ayer a derribar las primeras seis chabolas del núcleo de Los Perdigones, en pleno centro de Sevilla, junto a la Alameda de Hércules, el puente de La Barqueta y el barrio de la Macarena.

Veinte años después de que los primeros ocupantes ilegales construyeran sus míseras viviendas junto a la Torre de los Perdigones, la constructora Prasa comenzó ayer a limpiar el solar en el que, junto a los bloques de viviendas levantados recientemente, construirá una plaza pública y una zona verde.

Antes, la empresa negoció con cada una de las 38 familias que ocupan el asentamiento, bajo la supervisión del área municipal de Bienestar Social, una indemnización de seis millones de pesetas para que se compren una vivienda digna.

Carlos Jiménez, un albañil nacido en Lugo, es la cabeza de una de esas 38 familias. Mientras asistía impasible a la destrucción del que ha sido su humilde hogar en los últimos ocho años, Jiménez se mostraba ayer satisfecho de la oferta de Prasa. 'Mejor que esto sí que es', decía en referencia a la parcela que se ha comprado en Dos Hermanas, a las afueras de Sevilla, junto a uno de sus hermanos y que les ha costado ocho millones. En ella construirán una casa grande para los doce de familia que son, 'que ahora se me casa el mayor, de 16 años, y hay que contar también con la nuera', advertía Jiménez.

'Tienes que ver la finca que me he comprado', le decía ayer el albañil a otro miembro de su familia. 'Tiene naranjos y huerta para plantar berza y patatas, y hasta gallinas, que el vendedor me ha dejado más de 40 ponedoras'. Y agua y luz y todo lo que necesitan sus cinco hijos, y no la miseria y la suciedad que han vivido hasta ahora, relataba Jiménez.

A Carlos Jiménez no le darán la parcela de sus sueños 'hasta dentro de 15 o 20 días'. 'Mientras, viviremos los doce en casa de otro hermano, también en Dos Hermanas. Entre los de la familia nos hemos comprado cuatro fincas juntas y ellos ya viven allí'.

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Junto a Jiménez juegan dos de sus hijos, de 10 y seis años. De las ruinas que quedan de su antigua casa huye despavorida una rata antes de que la excavadora acabe con ella. 'Dejadla viva, que alguien se la cenará esta noche', bromean los hombres que asisten en corrillos al derribo.

El hijo mayor de Jiménez, a punto de casarse, ya no va a clase, 'porque tenía que ir al instituto y allí fuman, beben y se drogan', argumenta su padre, que quiere proteger de esos vicios a su primogénito. Los otros tres en edad escolar van a un colegio cercano. 'Ahora en Dos Hermanas habrá que llevarles a uno nuevo'.

El de la escolarización es uno de los temas que más preocupa ahora a las ONG que han estado trabajando en el asentamiento. Con la dispersión de las familias, muchas de las cuales se van fuera de la ciudad, incluso de la provincia, será muy difícil controlar la asistencia a clase de los 98 niños en edad escolar que habitan Los Perdigones. Esos son, al menos, los temores de Chelo Gutiérrez, de la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía. 'La integración social no se consigue sólo con dinero', advierte.

Tanto a Derechos Humanos como al grupo municipal de Izquierda Unida en Sevilla les resulta 'chocante' la generosidad de una empresa privada que, más allá de su responsabilidad de urbanizar el solar, financia la compra de casas a los chabolistas con más de 200 millones de pesetas.

Otros vecinos de la zona, indiferentes a qué solución se use, miraban ayer, satisfechos, el trabajo de las máquinas.

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