El Papa hace un balance positivo del Jubileo y advierte sobre los retos del tercer milenio
Juan Pablo II, visiblemente fatigado, cierra la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y da por concluido el Año Santo, en el que han participado 25 millones de peregrinos
El acto, al que siguió la misa solemne de la Epifanía, se prolongó durante más de dos horas y media, poniendo a prueba al Pontífice, que apareció muy fatigado cuando atravesó el atrio imponente de la basílica para proceder al cierre de la Puerta Santa.
La última ceremonia del Jubileo resultó sobria y medida en comparación con el estilo folclórico escogido por la Iglesia para iniciarlo. El Papa estuvo arropado por los cardenales de la curia romana y decenas de obispos que tomaron asiento en el atrio de la basílica donde se desarrolló la ceremonia. Tras la lectura de una oración de agradecimiento por la celebración del Año Santo, Juan Pablo II se levantó de la silla gestatoria y se dirigió despacio hacia la Puerta Santa, cuyas pesadas hojas cerró con manos temblorosas. 'Sabemos con certeza', dijo el Pontífice dirigiéndose a Dios, 'que no se cierra nunca la puerta de tu clemencia para aquellos que creen en tu amor y proclaman tu misericodia'.
Wojtyla se encaminó después a la plaza de San Pedro, donde estaba instalado un altar al aire libre y donde se celebró la misa. El Papa se declaró feliz, en la homilía 'por los millones de peregrinos que han participado en el Jubileo' -calculados oficialmente en más de 25 millones-, pero recordó que el Año Santo ha sido sobre todo un momento de intensa penitencia, ya que ha proporcionado una ocasión providencial para llevar a cabo 'la purificación de la memoria', pidiendo perdón a Dios por las infidelidades cometidas por los hijos de la Iglesia en estos dos mil años de historia'.El Jubileo es el año especial en el que la Iglesia promete indulgencias (perdón de los pecados) a los fieles que cumplan una serie de requisitos, desde atender a los enfermos hasta realizar sacrificios menores o dar limosna a los pobres. El perdón se obtiene simbólicamente al atravesar las puertas santas de las catedrales romanas (u otras iglesias designadas por las diferentes diócesis), aunque la Iglesia ha insistido en señalar que no basta este gesto para obtener indulgencias. La puerta de la basílica de San Pedro permaneció abierta hasta última hora del viernes, cuando ya tres cardenales habían procedido a cerrar, en nombre del Papa, las puertas de las otras tres catedrales romanas: San Juan de Letrán, Santa María Mayor y San Pablo Extramuros.
Pobreza y tecnología
Pero si el Jubileo -con el que, según su propia confesión, soñaba desde el inicio de su pontificado- ha sido motivo de satisfacción para Wojtyla, en su análisis de la situación actual de la Iglesia no hay demasiado sitio para la autocomplacencia. En la carta Nuovo millennio inneunte (Al inicio del nuevo milenio), el documento conclusivo del Jubileo, el Papa resume los grandes retos que tiene ante sí la Iglesia en el tercer milenio, una vez concluido el tiempo 'extraordinario' del Año Santo. Y recuerda a este respecto el reto del ecumenismo, la crisis de la familia y de las vocaciones, los peligros ocultos en la tecnología y en la ingeniería genética y el desafío que plantean las viejas y nuevas formas de pobreza. El Jubileo, ha sido, escribe Wojtila, 'una cita providencial en el que la Iglesia, a 35 años del Concilio Vaticano II, habría sido invitada a interrogarse sobre su renovación para asumir con nuevo impulso su misión'.
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