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Columna
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Rebajemos la ansiedad

Juan José Millás

El primer niño nacido en Madrid en 2001 era un ser humano. Ése debería haber sido el titular. Pero no: la radio se empeñó en destacar que el primer niño del milenio alumbrado en Madrid no era español, como si fuera tan raro no ser español. No ser español está tirado, lo mismo que serlo. Lo difícil, ahora, es venir al mundo con la categoría de ser humano y no con la de carne de cañón, que es lo que se estila. Precisamente, unos días antes del feliz suceso, un mendigo que dormía en un contenedor de la Ribera del Manzanares había sido arrojado al camión de la basura, donde estuvo a punto de ser triturado por sus labios de hierro. La prensa señaló que se trataba de un mendigo no español, como si eso tuviera algún mérito, insistimos, cuando lo interesante habría sido describir con medios infográficos y todo eso cómo se llega de ser humano a monda de naranja. Nos fascina la metamorfosis de la procesionaria del pino, cuando, para mutación, ésta: la de nacer hombre y devenir en cáscara de plátano.

Quedamos, pues, en que el primer niño nacido en Madrid en 2001 era un ser humano. Ojalá le permitan serlo el resto de sus días, aunque las cosas no van por ahí precisamente. El viaje existencial está lleno de peligros. Fíjense en lo de Murcia. La radio dijo muchas veces que los ecuatorianos fallecidos no eran españoles, pero ya hemos dicho que eso no tiene ningún mérito, a menos que no ser español empiece a significar también haber perdido la categoría de ser humano, tal como especifica la Ley de Extranjería. La verdad es que doce personas (más dos supervivientes) son muchas personas para una furgoneta de ocho plazas. No viajaban como seres humanos, pues. Ni siquiera como animales, que los animales llevan su documentación y sus certificados. Ahora se empieza a entender por qué tanta insistencia en señalar la nacionalidad de los nacidos y de los muertos y de los mendigos. La nacionalidad significa algo más de lo que debería. Punto y aparte.

El caso es que mañana mismo comienzan las rebajas, que por lo general son recibidas con una furia que no se podría entender si los compradores no hubiéramos sido previamente rebajados también. Conviene estar un poco lobotomizado para entregarse a esta locura comercial después de la locura comercial navideña. Los telediarios, si ustedes se fijan, no hablan de seres humanos, sino de compradores. Tantos millones de compradores se benefician de las rebajas. He utilizado el verbo 'beneficiar' porque es el que he escuchado en más de una información. Los telediarios dan por supuesto que las rebajas son un beneficio, pero no caen en el vicio contrario, que consistiría en afirmar que las ventas normales son un latrocinio. Si en algunos productos le hacen a uno el 40% de descuento sin perder dinero, cabe pensar que quizá antes ganaban demasiado.

Pero el comprador compulsivo que hay dentro de cada uno de nosotros no repara en gastos de orden mental, del mismo modo que el mendigo que estuvo a punto de ser triturado por el camión de la basura no distinguía ya una cama de un contenedor. Y es que está todo un poco borroso últimamente. Saramago dice que los hombres se han convertido en máquinas de comprar. Seguramente es la alternativa a convertirse en monda de naranja.

Pero verán ustedes cómo las noticias no dicen que miles de ecuatorianos se han beneficiado de las rebajas ni que el primer comprador de unos vaqueros Levis con descuento era un guineano. Ya verán cómo en este caso la nacionalidad se diluye hasta desaparecer. ¿Por qué? Pues porque en el fondo pensamos que para ser comprador es necesario ser muy español. No sé si esto viene en la Ley de Extranjería, pero como si viniera. Hay leyes que se hacen de abajo arriba por más que el Gobierno se empeñe en hacerlas de arriba abajo.

Ahora bien, creo que he perdido el hilo porque estoy deseando acabar este artículo para salir a comprar algo, aunque sea una caja de Valium. Las medicinas no tienen descuento todavía porque da un poco de pudor poner los ansiolíticos a la altura de las cazadoras de piel. Pero una cazadora puede servir también para rebajar los estados de ansiedad. 'Rebajamos la ansiedad hasta el 40%', deberían anunciar los grandes almacenes. En el fondo, es a lo que se dedican, ¿no? Pero para rebajar la ansiedad a base de trapos hay que haber sufrido previamente una caída moral de proporciones colosales. Por eso las rebajas no se anuncian tampoco para seres humanos, sino para consumidores. Saramago lo explica mejor en La caverna. Léanla.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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