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México y La Habana recomponen sus maltrechas relaciones económicas y políticas

Aliados 40 años, los dos países atravesaron su peor momento con el Gobierno de Zedillo

Juan Jesús Aznárez

Durante casi cuarenta años, los sucesivos gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI), derrotado el pasado 2 de julio por Fox, y el conservador Partido Acción Nacional (PAN), evitaron cualquier conflicto con Cuba. México condenó en los foros internacionales el aislamiento promovido por Washington, y los problemas bilaterales fueron resueltos siempre entre bastidores, calladamente. La relación discurrió a satisfacción de las partes hasta la llegada del economista liberal Zedillo, quien marcó distancias con Castro.

El último jefe de Gobierno priísta abogó abiertamente por la instauración de un régimen democrático en la mayor de las Antillas. El aldabonazo del definitivo alejamiento ocurrió durante la Cumbre Iberoamericana de La Habana de 1999, cuando pidió en casa del gobernante anfitrión pluralidad política y derechos humanos. 'No puede haber naciones soberanas sin hombres y mujeres libres', manifestó. Ni Vicente Fox, ni su secretario (ministro) de Relaciones Exteriores, Jorge Castañeda, viajero a Cuba durante sus años de militancia comunista, creen que la ruidosa beligerancia sea la solución, o convenga a los intereses nacionales.

'Si ocho administraciones norteamericanas no han podido con Castro, menos vamos a poder nosotros', comenta una fuente del nuevo equipo. Visto con recelo por la reacción norteamericana como consecuencia de su pasada oposición al Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, Canadá y México (TLC), y objetado en La Habana tras la publicación de un libro sobre el guerrillero cubano-argentino Ernesto Che Guevara, Castañeda adoptó dos decisiones encaminadas a superar desconfianzas y evitar futuros problemas.

Poco después de su nombramiento como canciller nombró embajador en Estados Unidos al ex priísta Juan José Bremer, cómodamente aceptado por Washington, y de Cuba, al izquierdista Ricardo Pascoe, destacado militante del opositor Partido de la Revolución Democrática (PRD). El Gobierno del Distrito Federal, en manos de ese partido desde 1997, entregó las llaves de Ciudad de México a Fidel Castro en diciembre pasado. 'Se acabaron el acercamiento a la disidencia en la isla, a los exiliados en Miami, y los enfrentamientos con el comandante', anticipa una persona cercana al nuevo ministro de Relaciones Exteriores. La designación de Pascoe, que paralelamente concilia al nuevo Gobierno con el radicalismo nacional procubano, fue acatada a regañadientes por los flancos más conservadores del PAN.

El objetivo del nuevo Gobierno es la convivencia pacífica con la isla, la discreta promoción de su apertura democrática, el encaje de bolillos en las eventuales denuncias sobre respeto a los derechos fundamentales y el fomento de la penetración de los empresarios mexicanos, a la baja durante la gestión de Zedillo. La Ley Helms-Burton, que castiga el comercio con Cuba, será probablemente ignorada. El comercio bilateral ronda los 300 millones de dólares anuales (más de 52.000 millones de pesteas), con la participación de cerca de 200 pequeñas o medianas empresas, y los acuerdos bilaterales en las diversas áreas ascienden a cerca de 200 millones de dólares (unos 35.000 millones de pesetas).

Los grandes inversores Cementos Mexicanos y Petróleos Mexicanos optaron tiempos atrás por la retirada, y aunque México es el primer socio latinoamericano de Cuba, cayó hasta el séptimo lugar en la clasificación de inversores. El Ejecutivo ya no estaba dispuesto a garantizar las inversiones.

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Sarcasmos e ironías

El ocaso se veía venir. Hace dos años, durante el enfriamiento previo a la gélida relación del año 2000, el presidente cubano mortificó al último Gobierno mexicano con sarcasmos o ironías sobre su entrada en el TLC, en vigor desde enero de 1994. Durante una reunión del Sistema Económico Latinoamericano, ante delegados de 28 países, dijo que 'los mexicanos nos dejaron en la villa miseria, y se mudaron a un barrio aristocrático, al club de los ricos'. Castro reprochó a su histórico aliado pasividad en cuestiones del Tercer Mundo, y rubricó la andanada con una reflexión que llegó a los titulares periodísticos. 'Es posible que muchos mexicanos no sepan quién fue el padre de la patria, pero sepan quién es Mickey Mouse y todos los personajes que salen por televisión'.

México llamó a consultas a su embajador, Joaquín Coldwell, y los medios de comunicación cubanos comenzaron a emitir reportajes sobre la extrema pobreza en México, una exhibición nunca vista anteriormente. La traca final corrió a cargo del presidente cubano, que no acudió a la cena ofrecida por Zedillo a los jefes de Estado y de Gobierno invitados al traspaso de poderes del primero de diciembre.

'Miami no es Cuba'

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