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Gore 'bendice' a Bush en el Congreso como presidente electo

Al Gore presidió ayer estoicamente la sesión conjunta de las dos Cámaras del Congreso de EE UU que certificó la victoria de su rival, George Bush, en las elecciones presidenciales de noviembre. Pese a la protesta de algunos demócratas de Florida, el Congreso dio su visto bueno a los resultados del Colegio Electoral, que conceden la Casa Blanca a Bush por 271 votos frente a los 267 de Gore. El gobernador de Tejas franqueó así el último obstáculo para suceder el próximo día 20 a Bill Clinton.

La rebeldía de algunos demócratas de Florida no tuvo mayores consecuencias gracias a la actitud de Gore, que, tras cinco semanas de salvaje pulso poselectoral, aceptó su derrota cuando el Tribunal Supremo ordenó el fin de los recuentos adicionales en Florida, lo que confirmó que Bush se llevaba los 25 representantes de ese Estado. En su calidad de vicepresidente, Gore presidió la sesión conjunta del Congreso, durante la cual 13 miembros de la Cámara de Representantes, 12 de ellos negros, protestaron el voto de Florida. Pero Gore les recordó que, al no contar con el apoyo de ningún senador, sus objeciones eran rechazadas. Sólo la unión de algún miembro de la Cámara Alta a la rebeldía de estos demócratas de la Cámara de Representantes hubiera permitido poner en duda los resultados del Colegio Electoral, el mecanismo indirecto que dio la victoria a Bush pese a que Gore le sacara 500.000 votos en el conjunto nacional.

Reparto equitativo

Las aguas estaban apaciguadas en el Senado después de que el día anterior sus 50 miembros republicanos hubieran aceptado repartir fondos y poder en las comisiones con los 50 miembros demócratas. Este reparto de poder y dinero no tiene precedentes en la historia de EE UU. Los republicanos cedieron para facilitarle las cosas a su correligionario Bush, que sólo puede gobernar con el consenso.

Esa buena voluntad no se aplica a las decisiones adoptadas estos días por un Bill Clinton en plena hiperactividad. Miembros del equipo de Bush, al igual que gobernadores y parlamentarios republicanos, anunciaron ayer que intentarán convertir en papel mojado la conversión por decreto de un tercio de los bosques de EE UU en santuario vedado a las empresas de la madera, el gas, el petróleo y la minería. Los republicanos también rechazarán la ratificación por el Senado del apoyo de Clinton al Tribunal Penal Internacional.

En busca de un legado, Clinton está trabajando a fondo el tramo postrero de su presidencia y desoye los comentarios sobre que debería empezar a pensar qué hará dentro de dos semanas. Sus colaboradores todavía no saben si abandonará la Casa Blanca en dirección a Nueva York, Little Rock o el mismo Washington, y a qué se dedicará en los días siguientes a la cesión del poder. Toda su atención está consagrada en intentar conseguir un acuerdo sobre Oriente Próximo, y aunque ya comienza a pensar que no será el tratado de paz definitivo, piensa que al menos puede ser un marco de trabajo para que Bush remate la faena.

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