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Reportaje:

El hada de los libros

La segoviana Fuencisla Valverde logra el premio de librerías por su proyecto de 'maletas voladoras'

Desde hace cinco años, Fuencisla Valverde Abad coge su maleta llena de libros, entra en las aulas, se coloca unos gorros mágicos que le 'regalaron' personajes de cuentos, como el Príncipe Ceniciento y un elefante de colores, y empieza sus relatos ante las miradas atónitas de los pequeños escolares. Al final, no sólo logra meter a los niños en la historia sino que con esta experiencia, que considera muy gratificante, está formando a los lectores del mañana.

El proyecto, denominado 'maletas voladoras', con el que ha recorrido decenas de escuelas, junto a una tertulia en la que varios profesionales y aficionados a la literatura infantil seleccionan las novedades o las sesiones de cuentacuentos, han hecho que Diagonal, una modesta librería de Segovia -una pequeña capital castellana que no tiene biblioteca pública porque está en obras- haya ganado el premio a la mejor promoción cultural del año que otorga la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL).

Fuencisla Valverde, de 42 años, comenzó su apasionante trabajo de inculcar la lectura desde las edades más tempranas por un instinto de supervivencia, porque negocios como el suyo tienen dificultades para abrir la puerta a diario, presionados por las grandes superficies y la problemática del precio de los libros, que debería ser fijo, según explica.

Pero a su cruzada contra la voraz competencia, a esta librera convertida en hada buena le gobierna el corazón y un extraordinario sentimiento por repartir cultura en una labor que compara con 'sembrar árboles, que se hacen poco a poco, pero si no se plantan en la tierra no hay forma de que crezcan. En mi caso, la herramienta que utilizo es el libro'. Entretanto, aspira a que algún día cualquiera de los pequeños que ahora clavan los ojos en su rostro cuando abre las páginas ilustradas de un cuento, ya convertido en ingeniero o médico, 'entre en la librería y se acuerde de mí; esa sería mi mayor ilusión y reconocimiento a este trabajo'.

Los tres bandidos, de Tomi Ungerer, una historia de miedo, ya descatalogada, o La cebra Camila, de Marisa Núñez, son algunos de los cuentos que van en la maleta de Fuencisla Valverde, donde también hay publicaciones con mensaje, como el de Oliver Button es una nena, de Tonie de Paola, pues ella entiende que los más jóvenes deben ir recibiendo impresiones positivas y saber, por ejemplo, 'que no pasa nada porque haya gente diferente'.

Su trabajo es complicado y altruista, sobre todo, porque no vende, sino que los profesores acuden a conocer el contenido de las novedades literarias, consultan con los chicos y, en una segunda visita, después de que han leído el libro, protagonizan las animaciones a la lectura junto a su maleta y los sombreros mágicos, que le van transmitiendo los relatos, por si la memoria le falla. Al menos eso es lo que le explicaron los personajes de sus sueños, con los que se va ganando la confianza de su público.

También se habla de los autores, para que los niños se vayan quedando con un poso de conocimiento y terminar captándoles como lectores. A los mayores les presenta Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite, profundizando también en el análisis de los elementos del cuento clásico, dentro de un amplio catálogo de escritores españoles que le acompaña.

Apoyo a la enseñanza

Ella en las aulas y su compañera Blanca Hernando, de 29 años, en la librería, informando a los padres de cuáles son las publicaciones de más interés para sus hijos, van salvando el negocio y principalmente favoreciendo la lectura.

De momento, Fuencisla Valverde cree que el gordo de la lotería le llegó a ella por anticipado con el premio de la CEGAL, porque con el millón de pesetas de dotación, como si su sueño se hiciera realidad, podrá ampliar la pequeña librería que dirige, de apenas 40 metros cuadrados de superficie. Entretanto, lamenta que haya muy poco dinero para la enseñanza, lo que limita a los profesores a la hora de ir llenando los huecos de las estanterías de sus vacías bibliotecas escolares, muchas en reducidos núcleos rurales. Pero eso queda para el próximo sorteo.Desde hace cinco años, Fuencisla Valverde Abad coge su maleta llena de libros, entra en las aulas, se coloca unos gorros mágicos que le 'regalaron' personajes de cuentos, como el Príncipe Ceniciento y un elefante de colores, y empieza sus relatos ante las miradas atónitas de los pequeños escolares. Al final, no sólo logra meter a los niños en la historia sino que con esta experiencia, que considera muy gratificante, está formando a los lectores del mañana.

El proyecto, denominado 'maletas voladoras', con el que ha recorrido decenas de escuelas, junto a una tertulia en la que varios profesionales y aficionados a la literatura infantil seleccionan las novedades o las sesiones de cuentacuentos, han hecho que Diagonal, una modesta librería de Segovia -una pequeña capital castellana que no tiene biblioteca pública porque está en obras- haya ganado el premio a la mejor promoción cultural del año que otorga la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (CEGAL).

Fuencisla Valverde, de 42 años, comenzó su apasionante trabajo de inculcar la lectura desde las edades más tempranas por un instinto de supervivencia, porque negocios como el suyo tienen dificultades para abrir la puerta a diario, presionados por las grandes superficies y la problemática del precio de los libros, que debería ser fijo, según explica.

Pero a su cruzada contra la voraz competencia, a esta librera convertida en hada buena le gobierna el corazón y un extraordinario sentimiento por repartir cultura en una labor que compara con 'sembrar árboles, que se hacen poco a poco, pero si no se plantan en la tierra no hay forma de que crezcan. En mi caso, la herramienta que utilizo es el libro'. Entretanto, aspira a que algún día cualquiera de los pequeños que ahora clavan los ojos en su rostro cuando abre las páginas ilustradas de un cuento, ya convertido en ingeniero o médico, 'entre en la librería y se acuerde de mí; esa sería mi mayor ilusión y reconocimiento a este trabajo'.

Los tres bandidos, de Tomi Ungerer, una historia de miedo, ya descatalogada, o La cebra Camila, de Marisa Núñez, son algunos de los cuentos que van en la maleta de Fuencisla Valverde, donde también hay publicaciones con mensaje, como el de Oliver Button es una nena, de Tonie de Paola, pues ella entiende que los más jóvenes deben ir recibiendo impresiones positivas y saber, por ejemplo, 'que no pasa nada porque haya gente diferente'.

Su trabajo es complicado y altruista, sobre todo, porque no vende, sino que los profesores acuden a conocer el contenido de las novedades literarias, consultan con los chicos y, en una segunda visita, después de que han leído el libro, protagonizan las animaciones a la lectura junto a su maleta y los sombreros mágicos, que le van transmitiendo los relatos, por si la memoria le falla. Al menos eso es lo que le explicaron los personajes de sus sueños, con los que se va ganando la confianza de su público.

También se habla de los autores, para que los niños se vayan quedando con un poso de conocimiento y terminar captándoles como lectores. A los mayores les presenta Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite, profundizando también en el análisis de los elementos del cuento clásico, dentro de un amplio catálogo de escritores españoles que le acompaña.

Apoyo a la enseñanza

Ella en las aulas y su compañera Blanca Hernando, de 29 años, en la librería, informando a los padres de cuáles son las publicaciones de más interés para sus hijos, van salvando el negocio y principalmente favoreciendo la lectura.

De momento, Fuencisla Valverde cree que el gordo de la lotería le llegó a ella por anticipado con el premio de la CEGAL, porque con el millón de pesetas de dotación, como si su sueño se hiciera realidad, podrá ampliar la pequeña librería que dirige, de apenas 40 metros cuadrados de superficie. Entretanto, lamenta que haya muy poco dinero para la enseñanza, lo que limita a los profesores a la hora de ir llenando los huecos de las estanterías de sus vacías bibliotecas escolares, muchas en reducidos núcleos rurales. Pero eso queda para el próximo sorteo.

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