"Me sentí ignorado en The Beatles"
Un amago de cáncer de garganta cogido a tiempo y el reciente asalto de un desequilibrado en su propio hogar, cercano a Londres, han afianzado las creencias religiosas de George Harrison, el mal llamado tercer beatle, que sigue prefiriendo anteponer la moral a la tecnología y la búsqueda de la paz interior a las servidumbres de la fama. Con canciones suficientes como para llenar tres discos nuevos, según afirma, el artista británico, nacido en Liverpool hace 57 años y miembro del grupo que revolucionó la industria musical, acaba de reeditar All things must pass. Aparecido hace ahora treinta años, dicho álbum fue uno de sus primeros intentos por demostrar su valía como compositor. La nueva grabación constituye también una mezcla de melodías que no vieron la luz en su día, como I live for you, nuevas versiones de las conocidas Beware of darkness o Let it down, y una recuperación en toda regla de My sweet Lord, la oda a la paz y al amor que es también una de las piezas más famosas del cantante.Desde Nueva York, donde se encuentra ahora, Harrison ha accedido a promocionar la revisión de su disco (editado por EMI), pero sólo por teléfono. La irrupción de Michael Abram en su casa londinense en 1999, un esquizofrénico paranoico que les apuñaló a él y a su esposa, Olivia Arias, le ha llevado a guardar las distancias. Poco después de la agresión, aseguró a través de su hijo, de 22 años, Dahny, que Abram también había sido una víctima del sistema sanitario británico por no haber recibido tratamiento alguno para su dolencia. Cuando por fin llama para hablar de música, la rabia se ha disipado y sorprenden sus ganas de hablar de todo -excepto del asalto- y lo mucho que ha incorporado a su vida el misticismo hindú, aprendido en una de las épocas más "enloquecidas de su vida", como califica hoy su experiencia con los Beatles.
Pregunta. ¿Le parece que ha conseguido aportar algo nuevo a un disco compuesto en 1970, cuando los Beatles acababan de romperse y su vida pública estaba a punto de cambiar para siempre?
Respuesta. El álbum tiene 23 canciones y el mensaje de paz emanado de una de ellas, My sweet Lord, sigue vigente. Incluso me parece más relevante hoy, cuando la teconología, el estrés y el materialismo nos han vuelto a todos locos. Es una sola canción, ya lo sé, pero los coros cantando Aleluya y Hare Krishna son una especie de llamamiento a la cordura y a la vuelta a Dios, cualquiera que éste sea. Sin ese aspecto espiritual, la vida actual sería para mí una experiencia hueca que fuerza a los menores a crecer demasiado rápido y donde nadie sabe poner barreras a nada. En este sentido, My sweet Lord trataría de convertirse en un canto a la esperanza y una advertencia de que hay algo más y no sabemos verlo.
P. ¿Qué ha añadido a la nueva versión desde el punto de vista musical?
R. Es una canción controvertida y me inspiré en el tema He's so fine, de los Chiffons. Quería hacer algo tan estimulante y arrebatador como eso. Lo que hemos añadido ahora son guitarras nuevas para compensar el eco de las de los años setenta. También hemos unido los coros originales a la voz de la vocalista Sam Brown, que me apoya cuando canto. El resultado es familiar, suena parecido, pero los arreglos son diferentes. Lo mismo ocurre con Isn't it a pity, que tiene dos versiones, ambas incluidas en el compacto.
P. Su hijo Dahny ha colaborado en la grabación. ¿Le parece que tiene talento para la música?
R. Cuando volvía de la universidad se ponía a tocar la guitarra con nosotros. Posee una bonita voz y no lo hace nada mal, pero de momento, con 22 años, está en la universidad. Siempre me ha resultado doloroso ver cómo hijos de artistas famosos, Julian Lennon incluido, se veían obligados a demostrar que eran mejores que nadie y no les pesaba el legado paterno. Esta industria es despiadada y me parece que Dahny lo sabe muy bien.
P. La tapa del disco no está lista, pero parece que ha sido remozada también.
R. En la careta original yo aparecía sentado en el jardín con unos enanos. Hemos añadido un tramo de autopista sobre mi cabeza, unas industrias contaminantes con sus chimeneas escupiendo humo y unos edificios propios de las ciudades dormitorio. Una parábola, si se quiere, del caos en que vivimos.
P. Su álbum Claud nine le valió en los años ochenta un disco de platino y unas ventas millonarias. También fue número uno en Estados Unidos con Got my mind set on you, por no hablar del legendario Concierto para Bangladesh. A pesar de ello, no se le consideró un buen compositor durante años.
R. Cuando estaba en los Beatles resultaba muy difícil meter baza. Paul McCartney y John Lennon tenían un talento indudable y formaban un buen dúo, pero eran también dos tipos con un ego mayúsculo y dejaban poco espacio a los demás. Cuando escribes una melodía solo y ésta tiene algún fallo o podría mejorarse, nadie te ayuda. Y yo componía por mi cuenta. Ellos se compenetraban. Por otra parte, mi carácter es pacífico, no soy de los que se enfrentan. Es como si echas una piedra en un estanque: cuando llega la onda los peces se apartan. Pero sí, me sentí ignorado, poco valorado durante años. Ya lo he superado, de todos modos.
P. ¿Qué le parecen hoy las canciones de los Beatles. Las suscribiría todas?
R. Vistas con la perspectiva de los años, hay que reconocer que no todas las melodías de entonces eran buenas, ni mucho menos. Desde la ruptura, yo he escrito canciones tan buenas o más que las mejores de los Beatles. La diferencia es que las del grupo, por el fenómeno de masas en que se convirtió, eran aupadas al número uno de cualquier lista en cuestión de días.
P. ¿Qué relación le une en estos momentos a Paul y a Ringo Starr?
R. Forman parte de mi vida. Nos conocimos en la adolescencia y es divertido acudir a un cumpleaños a casa de Ringo y ver lo maduros que somos ya. Paul y yo somos más distintos. Pero creo que nos unió el destino. Estaba escrito que nos encontraríamos.
Influencia
P. ¿Ve reflejada la influencia de su música de entonces en sus colegas actuales?R. Para ser sinceros, y digan lo que digan grupos como Oasis, que hablan de la influencia que hemos ejercido sobre ellos, la verdadera contribución de los Beatles es a la industria musical en su conjunto.Cuando apenas había televisores y la radio no era tan buena como ahora, cambiamos la relación entre los artistas, los promotores y los abogados que negocian los contratos. Popularizamos además los conciertos multitudinarios, tan en boga actualmente. Antes, tener 50.000 espectadores en un estadio de fútbol era rozar la gloria. Hoy pueden sumar hasta 300.000 y nadie se inmuta.
P. Usted tenía una productora de cine, Handmade Films. ¿Sigue interesado en ello?
R. La vendí por diferencias graves con mi gerente, que era a la vez mi socio. Hicimos películas muy populares, como La vida de Bryan, de los Monty Phyton, pero el cine ha dejado de interesarme. Es otra industria volcada en los beneficios y los tipos arrogantes y artificiales. Sólo a veces encuentras a un actor o a un técnico que valen la pena como personas. El resto es invertir en lo que sea para ganar dinero.
Curso de meditación para políticos
De sus múltiples viajes a la India, George Harrison se trajo algo más que los mensajes de paz y la luminosa estética oriental que hicieran furor a finales de los años sesenta. El músico abrazó el hinduismo con fervor y su carácter retraído le ha llevado a despreciar sin contemplaciones a todos aquellos que se pierden por el poder y los bienes materiales. Si por él fuera, los políticos, un grupo de "inútiles a los que no querríamos ver dirigiendo ni la empresa más pequeña", deberían hacer examen de conciencia antes de lanzarse a dirigir la sociedad. "Yo les obligaría a meditar por lo menos durante diez años antes de presentarse a unas elecciones. Nos rigen gentes que ni siquiera saben respetar sus cuerpos y, sin embargo, pretenden controlar nuestras vidas", señala.
El ex beatle siempre ha reconocido que su éxito musical ha convertido sus orígenes obreros casi en un recuerdo. También ha bromeado diciendo que gana suficiente dinero como para ser un conservador, pero no está dispuesto a renunciar a sus principios. "Si no fuera por grupos como Greenpeace o Amigos de la Tierra, habría perdido la esperanza. Los políticos de hoy, ya sean de derecha o de izquierda, o bien tan buenos cristianos como no se cansa de demostrar Tony Blair, no piensan en el mundo que están legando a otras generaciones. Son unos ignorantes faltos de auténticas creencias. Si supieran lo que será de ellos al morir, harían menos tonterías", añade.
Harrison, que experimentó con el LSD y admite que las drogas hay que saber dejarlas, asegura que a los niños valdría la pena inculcarles el respeto por sus cuerpos y una espiritualidad que les llevara a apreciar la valía de los demás. "Lo que somos, es decir, el alma, que es la existencia y el conocimiento mismos, es lo que cuenta. Hay gente maravillosa por ahí fuera, pero los que manejan los hilos están enfermos de ambición y avaricia", concluye, para desear a renglón seguido unas "felices navidades" con la mejor de las sonrisas telefónicas.
Babelia
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