El presidente de Ucrania, acusado de la desaparición de un periodista
El presidente de Ucrania, Leonid Kuchma, llegó ayer a Moscú en visita oficial dejando tras de sí una grave crisis política que le tiene en la picota. La desaparición y probable asesinato de un periodista opositor, Gueorgui Gongadze, y las acusaciones de que está directamente implicado, le tienen contra las cuerdas. Reelegido hace un año, se le pide que dimita, desde la calle y desde el Parlamento, donde hay voces que exigen un proceso de destitución. Para apagar el fuego, Kuchma promete abrir una investigación con expertos independientes.
El primer ministro, Víctor Yush-chenko, asegura que el Gobierno debatirá la eventual destitución del ministro del Interior y los jefes de los servicios de seguridad y de aduanas, en el ojo del huracán del escándalo, junto al propio Kuchma. Cuando, el día 15 de diciembre, el presidente de esta república ex soviética dio la orden de cerrar la central atómica de Chernóbil, la atención del país estaba centrada en el caso Gongadze, que derivó en una llamativa protesta popular. Responde al nombre de "Ucrania sin Kuchma" y se plasma en manifestaciones ante las sedes del Parlamento y del Gobierno y en decenas de tiendas de campaña levantadas en el centro de Kiev. El martes, tras una amenaza de huelga de hambre, Kuchma recibió a los dirigentes de la protesta y les prometió que haría cuanto esté en su mano para aclarar el enigma.No es fácil creerle. Primero, porque ha dado sobradas pruebas de que no se para en barras (especialmente las que defienden la libertad de prensa) para conquistar el poder o consolidarse en él. Segundo, porque si sus acusadores están en lo cierto, tiene mucho que ocultar.
Gongadze, de 31 años, que trabajaba en un periódico digital de oposición (www.pravda.com.ua), se había ganado la inquina de Kuchma. Su desaparición el 16 de septiembre suscitó inmediatamente las sospechas de que había sido víctima de una venganza del poder. El 3 de noviembre, se halló un cadáver decapitado que tal vez sea el suyo, pero que aún no se ha identificado.
"Sucio hijo de perra"
Así las cosas, el líder socialista Alexandr Moroz, derrotado por Kuchma en las últimas presidenciales, hizo pública el 28 de noviembre una grabación en la que tres hombres hablan de Gongadze con lenguaje de hampones: "un sucio hijo de perra" que convendría que "fuese secuestrado por los chechenos". Las voces eran "demasiado" parecidas a las del ministro del Interior Yuri Kravchenko, el jefe de la administración presidencial Volodimir Litvin, y Kuchma. Éste se declaró víctima de una conjura para desestabilizar el país. Kravchenko, ante el Parlamento, no desmintió nada. Se limitó a decir que "sólo un tribunal puede lanzar una acusación como ésa". Fue despedido con gritos de "¡Asesino, asesino!".
El misterio sobre el origen de la grabación no tardó en despejarse. Mikola Melnichenko, un ex oficial de los servicios secretos que estuvo destinado en la guardia presidencial, confesó "desde algún lugar del extranjero" que la obtuvo escondiendo un magnetófono en un sofá de la oficina presidencial. Aún más, aceptó que se grabase en vídeo una conversación con diputados opositores, que se la llevaron a Kiev en una rocambolesca aventura que incluyó, supuestamente, una persecución por espías ucranios, una detención ilegal en el aeropuerto y un registro de equipaje que deterioró la cinta, aunque no sin remedio.
La difusión del vídeo en un pleno del Parlamento echó más leña al fuego del escándalo. En la cinta, Melnichenko se reafirma en que Kuchma, Kravchenko y Litvin eran los "actores" de la grabación anterior, y añade que el presidente ucranio ordenó a algunos de sus más próximos colaboradores liquidar aquellos periódicos que le plantan cara, así como neutralizar a sus enemigos políticos.
No le importa que le acusen de traidor. "Tengo la conciencia tranquila", asegura. "Juré lealtad a Ucrania", dice, "no a Kuchma y sus órdenes criminales". Y está dispuesto a presentar pruebas de cuanto dice, incluso a volver a Ucrania, si se le dan garantías de seguridad. El fiscal general, Mijailo Potebenko, se las prometió. Los diputados se rieron al oírlo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.