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Tribuna:LA CRÓNICA
Tribuna
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Pasión y sabiduría ANTONI PUIGVERD

Los múltiples azúcares de estas fechas se eliminan mejor con la ayuda de los nobles ácidos de la literatura. Para ir preparando la digestión navideña, se presentó en Girona un libro viejo y nuevo a la vez: la reedición de la versión poética que Josep M. de Sagarra hizo de la Divina Comedia de Dante. Un producto impecable de la factoría Vallcorba: edición bilingüe, papel crema, impecable tipografía, sólida encuadernación. Un objeto de lujo que merecía una lujosa presentación. La tuvo. El poeta Narcís Comadira, el sacerdote Modest Prats y la actriz Rosa Novell, flanqueados por Joan de Sagarra y Jaume Vallcorba, regaron nuestras neuronas con el impagable fertilizante de la sabiduría apasionadamente conquistada.¡Pasión y sabiduría!, exclamará el lector desconfiado: ¿es esto posible? Lo es, amigos. La abundancia de petimetres en las facultades humanísticas nos ha acostumbrado al bostezo. Las humanidades se han convertido en otra forma, inodora y horrible, de tecnocracia. Pero la pasión y la sabiduría son hermanas. Y cuando aparecen abrazadas son maravillosas. Joan de Sagarra repetía al final: "Feia temps que no havia disfrutat tant!". Se habló de la Divina Comedia y lo pasamos en grande: con la boca abierta y las babas manando a chorro. Comadira, con su aspecto de pájaro ligeramente triste y su voz de tenor apacible, rompió el fuego. Y destruyó con eficacia inapelable el viejo tópico según el cual Sagarra al traducir a Dante sagarreó. Durante años, este verbo sagarrejar, convertido en peso malévolo, propio de país mal ventilado, se convirtió en un lastre, felizmente superado, que el prestigio póstumo de Sagarra tuvo que acarrear. Comadira le dio la vuelta a este tópico y demostró que la traducción de Sagarra es retórica y poderosa, cuando Dante es excesivo y volcánico; y campechana o ligera cuando Dante es casero o delicado. Sagarra nunca es artificioso. Comadira demostró con múltiples y deliciosos ejemplos textuales que Sagarra es más que fiel a Dante: consiguió entenderlo. Estudió muy a fondo la compleja maquinaria teológica y retórica de la "catedral gótica" que Dante alzó con su Comedia. Pero la comprensión no sólo procedía del estudio. También de la vida: son extraordinarios los paralelismos individuales y ambientales que vinculan las vidas de Dante y Sagarra. Para rematar la argumentación y refutar completamente el insidioso tópico, Comadira desveló algunos de los muchos paralelismos retóricos, morales y personales que vinculan el ambicioso poemario de Sagarra, Poema de Montserrat, a la Divina Comedia. Sagarra, en todo caso, danteó. Cosa que, naturalmente, le honra.

¿Cómo explicar, amigos, lo que vino después? Habló el cura Prats. Y se produjo algo así como un milagro. Dante se hizo presente. Regresó en persona. Encarnado en la voz de Modest Prats, vestido con los versos de Sagarra. Modest Prats es sacerdote y profesor de la UdG. Sabio entre los sabios, ameno entre los amenos, hombre de risa ciclópea y poderoso fuego mental, posee un dominio de la oratoria en el que se fusionan la milenaria tradición retórica de los clásicos y la no menos milenaria de los predicadores. Por si fuera poco, Prats posee una grave y portentosa voz de doblador cinematográfico: ¿pueden imaginarse lo que puede conseguir, hablando, un tipo como Modest Prats? Sería vano intentar resumirlo. Con sus palabras y gestos, con sus pausas y sus relámpagos, consiguió hipnotizarnos. Empezó relatando cómo, en una desvelada noche de seminario, a los 14 años, descubrió, arrebatado y voraz, el infierno de Dante.

Después comparó la traducción de Sagarra con la de Andreu Febrer de 1429, relató el complejo proceso de la traducción (se habían publicado algunos cantos antes de la guerra en La Veu de Catalunya) y glosó, sobre ejemplos textuales, el impecable funcionamiento de la máquina verbal de Sagarra al servicio del fabuloso motor literario de Dante. Y cuando ya la lección parecía insuperable, la remató centrándose en el canto XXXIII del Paraíso, en el que Dante es elevado por Beatriz a la presencia de Dios. Dante no puede transcribir la visión y esta impotencia literaria, expresada por cuatro veces en este canto final, revela una de las más preciosas paradojas de la historia de la literatura. A saber: el escritor más ambicioso, el que se atrevió a conquistar la selva más oscura, no tiene reparos en reconocer que existe una cima literariamente inefable. El escritor más soberbio es también el más humilde. Por si era poco, al final, después de que Joan de Sagarra reclamara un lugar en el libro para dos olvidados (Cambó, el mecenas; Solervicens el íntimo colaborador), Beatriz bajo del cielo y se instaló entre nosotros. Tenía la voz y el rostro de Rosa Novell.

Pere Duran

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