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El partido Shas bloquea la disolución del Parlamento israelí y los comicios generales

El parlamento israelí aprobó ayer la Ley Netanyahu, que permite a este líder del Likud, a pesar de no ser diputado, presentarse como candidato a primer ministro en las próximas elecciones anticipadas, que sólo nombrarán a un nuevo jefe de Gobierno en sustitución del dimitido Ehud Barak. Sin embargo, esta votación, forzada por el partido ultraortodoxo Shas, contraría a Benjamín Netanyahu, que aspiraba a participar en las elecciones a través de la disolución de la Cámara y la convocatoria de elecciones generales. No se salió con la suya y Netanyahu insistía ayer en que no será candidato.

Esta última fórmula fue rechazada gracias al apoyo clave de los ultraortodoxos del partido Shas.La ley Netanyahu, aprobada por una amplia mayoría en tres lecturas sucesivas, permite a cualquier ciudadano presentarse como candidato a las elecciones anticipadas a primer ministro, que podrían celebrarse el 6 de febrero. La norma rectifica así la legislación anterior, que determinaba que sólo los diputados de la Cámara podían presentarse a estos comicios. La nueva normativa fue presentada ante el Parlamento de Jerusalén con un único objetivo, facilitar el camino al líder del partido Likud Benjamin Netanyahu para que pueda regresar a la vida política y presentarse como candidato a las elecciones, a pesar de que dimitió de todos sus cargos y renunció a su escaño en mayo de 1999 al perder en las últimas elecciones generales.

Esta iniciativa legislativa, impulsada en principio con el consentimiento del propio Netanyahu, ha provocado en los últimos días la inquietud del líder del Likud. Netanyahu se dio cuenta de que si es nombrado candidato y gana las elecciones a primer ministro, tal como adelantan los sondeos, deberá gobernar con el actual Parlamento, cuya estructura impide formar sólidas coaliciones; así, el líder del Likud podría caer fácilmente en la misma situación de debilidad y provisionalidad en la que ha permanecido durante un año y medio el propio Ehud Barak.

Netanyahu, que por todas estas razones es consciente de la trampa política en que se ha metido, trató ayer con todas sus fuerzas de maniobrar y buscar influencias para que el Parlamento aprobara una fórmula alternativa: la disolución de la Cámara, lo que conllevaría elecciones generales para escoger los 120 diputados y el primer ministro, y que deberían ser convocadas en un plazo de tres meses. Los esfuerzos y las promesas de Netanyahu fueron vanos ya que el Parlamento rechazó esta última propuesta y sancionó las elecciones parciales sólo para primer ministro.

El partido ultraortodoxo religioso Shas (que tiene 17 diputados) jugó el papel clave en la votación parlamentaria, al oponerse a la disolución de la Cámara y la convocatoria de elecciones generales, y optar por unos comicios única y exclusivamente para primer ministro.

Shas, eterno guardaagujas de la vida parlamentaria en Israel, se opuso a la convocatoria de elecciones generales porque teme perder una parte importante de sus escaños en esa votación. Los últimos sondeos auguran una caída fulminante del Shas, que pasaría de 17 a 10 diputados. Esto significa que el partido dejaría de tener influencia en la Knesset y vería arruinada su capacidad de conseguir fondos con los que financiar su red asistencial de escuelas y hospitales, en los que recolecta votos y militancia.

Consciente de las dificultades que enfrenta, Netanyahu reiteraba ayer su decisión de no presentarse como candidato a las elecciones a primer ministro para no tener que gobernar el país con el Parlamento actual, una situación que, según dijo, está "abocada al fracaso".

Si Bibi, como se le conoce popularmente, mantiene esta decisión, el candidato oficial del Likud será Ariel Sharon, el presidente del partido, lo que a su vez mejorará las perspectivas y esperanzas de Ehud Barak para renovar su mandato, ya que, según los últimos sondeos, estos dos líderes tienen apoyos parejos y se distancian en sólo seis puntos en las intenciones de voto.

La fórmula política escogida por los parlamentarios de Israel para resolver las crisis creadas tras la dimisión de Ehud Barak hace dos semanas, condena al país a la incertidumbre ya que prolonga la vida de un Parlamento muy fragmentado e inestable, desde el que es difícil dar una respuesta razonable al principal reto al que se enfrenta la nación: la Intifada palestina, que se adentra en el tercer mes y se ha cobrado ya más de 300 muertos.

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