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Las exposiciones entran en crisis Crece el debate sobre la rentabilidad social y los criterios culturales de las muestras temporales

Modelos agotados

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"La exposición efímera es la caricatura de la sociedad de consumo. Es escandalosa la enorme masa de dinero público que se invierte en muestras que sólo pueden verse dos o tres meses en una ciudad", afirma Jean Dethier, autor, entre otras decenas, de la exposición Las arquitecturas de tierra que se inauguró en 1980 en el Centro Georges Pompidou de París y que hoy sigue itinerando tras superar los 2,7 millones de visitantes. Dethier no tiene demasiados compañeros de viaje, pero tampoco puede decirse que clame en el desierto.Desde otra óptica, Bruno Frey, en su libro La economía del arte (Colección Estudios Económicos de la Fundación La Caixa, 2000), comenta que la época dorada de las grandes exposiciones temporales está acabándose no tanto por falta de público, que aumenta a medida que crece el turismo cultural, sino porque los costes serán cada vez mayores, el interés mediático disminuirá por la acumulación de la oferta y los patrocinadores acabarán buscando otras maneras de promocionar su imagen. Como explica la crítica Victòria Combalía, la subida espectacular de precios de las obras de arte de grandes maestros, que son los que atraen más público, dificulta cada vez más la organización de estas macroexposiciones, ya que el coste de los seguros las hace inviables.

Las espectaculares muestras temáticas no artísticas también parecen haber entrado en crisis. "Los recientes fracasos del Millenium Dome en Londres o de la Expo de Hannover permitirán que haya un replanteamiento de la dimensión cultural que debe tener la exposición frente al modelo parque temático que se ha demostrado agotado", afirma Josep Ramoneda, director del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona. En los dos casos que cita Ramoneda la respuesta de público, aunque millonaria, ha sido considerablemente inferior a las expectativas y los responsables del Millenium Dome -con un presupuesto de unos 552.000 millones de pesetas de los que 221.000 millones era público)- han reconocido el fiasco."Las exposiciones tienen que buscar una mayor rentabilidad social y esto pasa por pensar más en las necesidades del público", afirma Ángela García Blanco, jefa del departamento de difusión del Museo Arqueológico Nacional de Madrid y autora de uno de los escasos libros sobre el género publicados en España (La exposición. Un medio de comunicación, Ediciones Akal, 1999). Desde la museología se ha analizado ampliamente el tema de la exposición en su vertiente conceptual y de montaje, pero faltan estudios en España sobre su incidencia social o cultural. "Hay muy pocas investigaciones y generalmente no se contempla en el presupuesto de la exposición la realización de estudios sobre su eficacia en función de unos objetivos comunicativos previamente establecidos", añade García Blanco. Las única cifra de la que se dispone, y no siempre, es la de visitantes, que suele incluir a los turistas que acuden a los museos dentro de un tour organizado. Con todo, de momento es el único barómetro.

En España, según los datos que publica anualmente El periódico del Arte, las exposiciones más visitadas en 1997, 1998 y 1999 han sido, respectivamente, Motherwell (Reina Sofía, 153.945 visitantes); China, 5.000 años (Guggenheim Bilbao, 538.479 visitantes) y Richard Serra y Chillida (Guggenheim Bilbao, 675. 071 visitantes). Sólo una minoría de muestras supera los 100.000 visitantes y el grueso de las que organizan los principales centros expositivos reseñadas en la publicación tienen una afluencia que oscila entre los 25.000 y los 35.000 visitantes. Aunque la diversidad de muestras hace difícil establecer baremos, puede decirse a grandes rasgos que, en gran parte de los centros españoles, el coste de organizar una exposición temporal de pequeño formato puede oscilar entre los 8 y los 15 millones de pesetas, el de las macroexposiciones oscilaría entre los 100 y los 300 y el de la mayoría se incluiría en un arco que abarca de los 25 a los 50.

La crisis, no se sabe si de crecimiento, que vive la exposición temporal no se limita a la relación entre inversión y rentabilidad social. La misma estructura conceptual de la exposición está variando, especialmente en las temáticas aunque las grandes monográficas dedicadas a revisar la obra de un artista también empiezan a cuestionarse. "En las monográficas de pintura hay ocasiones en que se roza lo cómico o lo absurdo", afirma Daniel Soutif, responsable de actividades del Pompidou. "No tiene sentido poner 150 pinturas de un artista cuando, posiblemente, con menos obras bien contextualizadas se entendería mejor su trabajo". Juan Manuel Bonet, director del Reina Sofía, ve difícil que pueda innovarse en las monográficas, que siempre serán necesarias, y se reconoce partidario de las exposiciones de tesis que ofrecen miradas transversales sobre los hechos culturales.

Es en las temáticas, además, en donde se ha introducido de forma más clara está mixtura de disciplinas que caracteriza la exposición de los noventa. Y es que ahora se puede saber a la hora en que se entra en una exposición pero difícilmente cuando se sale. El cine, el vídeo, la música, los ordenadores y la misma biblioteca han ocupado las salas de exposición compartiendo protagonismo con las obras plásticas tradicionales con lo que la visita de una muestra se ha convertido en un "acontecimiento", según lo define José Miguel Cortés, director del Espacio de Arte Contemporáneo de Castellón. "Una exposición ya no es sólo mera contemplación sino que hay que conseguir la participación de la gente y para eso es fundamental la construcción de un discurso que esté relacionado con sus preocupaciones, sean estas sociales o íntimas".

"La exposición tradicional es un poco como un libro, lineal y solitaria, y ahora hay otras generaciones que tienen una cultura visual y que prefieren actividades más relacionales en las que pueden participar" añade Albert García-Espuche, historiador y organizador de decenas de exposiciones en Barcelona. "La exposición no desaparecerá, pero hay que empezar a reconocer que su formato actual se está quedando obsoleto".

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