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"Que nos dejen como estábamos"

Son las 12.30 y la calle de Serrano bulle de coches, motos y autobuses. Dos trabajadores cruzan a toda prisa y bajan por la calle de Villanueva empujando un carrito cargado de cestas navideñas y maldiciendo, en alta voz, contra los "dichosos pivotes". Diez metros más allá, un policía increpa a un conductor que ha aparcado en el carril-bus. "Es cuestión de ética, señor, cuestión de ética", le dice. Junto a ellos pasa maniobrando un autobús que, pese a poner cuidado, no puede evitar tumbar varios de los conos colocados en hilera, desde ayer y hasta el próximo 8 de enero, para delimitar el carril-bus y evitar que sea invadido por vehículos particulares o furgonetas de carga y descarga.Los dueños de las camionetas se sentían maltratados tras una mañana de carreras a pie para hacer las entregas: "No nos han dejado parar en ningún sitio, así que hemos tenido que aparcar en callejones y cargar con las cajas hasta las cafeterías y los comercios. Es una injusticia", protestaba Antonio, sudoroso y apoyado en su vehículo junto a la Gran Vía, mientras rememoraba aquellos tiempos "en los que se podía aparcar en cualquier sitio: en las plazas de garaje, en los bordillos, en el carril-bus, y nadie te decía nada".

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Tampoco los conductores de autobús y taxi, los más beneficiados a priori por el invento, parecían ayer muy satisfechos. Los primeros, porque tienen que optar "entre derribar los conos, a la izquierda, y estamparse contra las farolas, a la derecha"; los segundos, porque los pivotes les impiden adelantar cuando algún vehículo parado les bloquea el paso. "Casi mejor que nos dejen como estábamos", susurraba ayer uno de ellos.

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