El lince invisible
Los vecinos de aquellos pueblos le llaman el "lince invisible". Se trata de un felino que nadie ha visto con sus propios ojos aunque algunos especialistas dicen haber hallado rastros que evidencian su presencia. Un animal valioso porque de confirmarse que existe realmente sería el único ejemplar de su especie que habita en la Comunidad de Madrid. Pero lo cierto es que no está del todo claro que haya un lince, no al menos para la gente que vive en la zona. El supuesto de su existencia es, sin embargo, en la actualidad uno de los grandes obstáculos para la construcción del desdoblamiento de la carretera M-501 que une una veintena de municipios en su recorrido hacia los valles del Alberche y del Tiétar. Conocida como la carretera de los pantanos, esa vía ha terminado por convertirse en la más peligrosa y conflictiva calzada de cuantas discurren por nuestra región. Su trazado sinuoso soporta un nivel de intensidad circulatoria desmesurado en relación con su capacidad y la situación del tráfico es con frecuencia tan crítica que los vecinos de la comarca llegan a tardar cuatro y cinco horas en recorrer los 60 kilómetros que les separan de Madrid. Los alcaldes de la zona llevan años reclamando una solución que nunca llegaba y cuando el Gobierno regional parecía dispuesto a atender sus demandas un informe de impacto medioambiental redactado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas ha dado al traste con sus ilusiones reduciendo la duplicidad prevista a los primeros kilómetros de esa vía.Los motivos aludidos por el estudio son, precisamente, las aparentes graves consecuencias que su construcción tendría sobre un hábitat ecológico importante para las colonias de águila imperial y especialmente para el lince. Hacía tiempo que no pasaba por la carretera de los pantanos y la semana pasada me tomé la molestia de recorrerla para no hablar sobre ella sólo de oídas. Digo molestia y digo bien porque, a pesar del paisaje privilegiado por el que transcurre aquella vía, circular por ella resulta infernal y ciertamente arriesgado. Los puntos negros que jalonan la M-501 son evidentes hasta para los más profanos en circulación viaria y cada uno de ellos tiene de hecho un amplio historial de muertos y heridos en accidentes de tráfico. Es, en definitiva, una carretera que está pidiendo a gritos una actuación inmediata.Y a gritos lo están exigiendo los alcaldes de los municipios afectados, alcaldes de todos los colores que arropados por el vecindario se han movilizado a favor de la causa. Les va en ello no sólo la calidad de vida y la integridad física de miles de personas, sino también el futuro de una zona que podría soñar con un porvenir razonable de progreso de tener resueltas las comunicaciones. No seré yo quien se atreva a enmendar la plana a los técnicos del Consejo Superior de Investigaciones Científicas sobre la importancia ecológica de aquel enclave pero, en términos prácticos, dudo mucho de que el desdoblamiento de la carretera pueda resultar más lesivo para la fauna salvaje que la situación actual. Me cuesta creer que una segunda vía de desahogo, con sus vallas cinegéticas y otros elementos correctores debidamente dispuestos, perturbe más la paz de las águilas que la cotidiana hilera de vehículos atascados despidiendo gases por el tubo de escape y en permanente concierto de bocinas. La bandera ecologista ha de ser cuidadosamente levantada para que sus colores no queden devaluados. El Gobierno regional por su parte tiene la obligación de estudiar a fondo el asunto y dar una solución que satisfaga las necesidades de todos los animales, incluidos los racionales.
La ingeniería civil ofrece en la actualidad nuevas alternativas capaces de compaginar el progreso con el respeto al medio ambiente. En ocasiones es cuestión de emplear más imaginación o mayores recursos y si fuera éste el caso, desde luego, la causa lo merece. Y no se trata sólo de desdoblar una carretera, los vecinos de aquellos pueblos no disponen de un transporte público ni privado digno y la Administración tampoco se ha preocupado de mejorar el medio natural para obtener los réditos que puedan invertirse en sus cuidados. La creación racional de riqueza es la mejor garantía de protección ambiental. En un espacio abandonado y depauperado es aún más difícil garantizar la supervivencia de un lince. Aunque sea invisible.
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