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Tribuna:LA OFENSIVA TERRORISTA
Tribuna
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De ayer a hoy

Para entender dónde estamos y cómo estamos en la lucha antiterrorista no hay mejor fórmula que comparar el pacto antiterrorista recientemente suscrito en Madrid entre el PP y el PSOE y los pactos suscritos en Madrid y Ajuria Enea en 1987 y 1988. Es la mejor manera de ver lo que se ha retrocedido y lo que nos queda todavía por hacer.El éxito del Pacto de Madrid de 1987 fue el Pacto de Ajuria Enea de dos meses después. Hasta tal punto fue así que, para la inmensa mayoría de los ciudadanos, el Pacto de Ajuria Enea fue el primero y el de Madrid el segundo, cuando fue a la inversa. Ésa es la medida del éxito. En lugar de que el Pacto de Madrid se viera como una respuesta del Estado a un contencioso con el País Vasco, se vio como un impulso para que todos los partidos democráticos vascos sin excepción hicieran frente desde su Estatuto de Autonomía a la violencia terrorista de ETA. Y una vez que los partidos democráticos vascos suscribieron el Pacto de Ajuria Enea, el de Madrid casi cayó en el olvido. A lo largo de todos estos años se ha hablado de Ajuria Enea como el pacto antiterrorista por excelencia, como el único pacto realmente existente. Se hablaba de la conservación o de la ruptura del Pacto de Ajuria Enea y no del de Madrid, cuya existencia apenas si se recordaba. Este fue el mayor éxito del Pacto de Madrid de 1987.

No sabemos qué ocurrirá después de que se celebren las próximas elecciones autonómicas en el País Vasco, pero no hay nada que permita pronosticar que el pacto recién firmado vaya a acabar conduciendo a donde condujo el de 1987. Y hay el riesgo de que acabe siendo visto como una respuesta a un contencioso Estado-País Vasco, que es la tesis de ETA y que, precisamente por eso, es lo que todo pacto antiterrorista debe evitar. El Pacto de Madrid de 1987 lo consiguió a la perfección. ¿Lo conseguirá el de 2000?

Pero hay una segunda diferencia que me parece todavía más preocupante entre 1987 y 2000. Los pactos de 1987 se negociaron y se suscribieron desde la confianza. El pacto de 2000 se ha negociado y suscrito desde la desconfianza. En 1987 los dirigentes de los partidos se fiaban unos de otros en este terreno y por eso la negociación pudo ser multilateral, sin exclusiones. En 2000 no solamente no existe un clima de confianza entre los dirigentes de los partidos políticos, sino que ni siquiera los firmantes del pacto se fían el uno del otro. Por eso no podían discutir con los demás y han tenido que excluirlos de la negociación. Primero tenían que ponerse ellos de acuerdo y generar un mínimo de confianza recíproca. El pacto ha sido a dos bandas, porque, tal como estaba el patio, no podía ser de otra manera.

Y también por eso, el nuevo pacto prevé una comisión de seguimiento. Los pactos de 1987 descansaban en una doble renuncia, que no figuraba en cuanto tal en el texto, pero que era en lo que consistía realmente el pacto. El Gobierno renunciaba a tener una política propia en materia antiterrorista y los partidos de la oposición renunciaban a criticar públicamente la ejecución por el Gobierno de la política antiterrorista consensuada entre todos. Esta era la esencia de los pactos de 1987. El terrorismo no es que desapareciera de la contienda electoral, como se dice en el recientemente firmado, sino que desaparecía de la contienda política, hubiera o no elecciones a la vista. No hacía falta, por tanto, comisión de seguimiento para ver cómo se gestionaban los pactos. La confianza entre los firmantes no lo hacía necesario.

En éste, por el contrario, la comisión de seguimiento es esencial. Lo decisivo en este pacto no es lo que en él se dice, sino la forma en que va a ser gestionado a partir de su firma. Se ha escrito que el pacto es lo más moderado que ha hecho el PP y el Gobierno en el último año. Es de esperar y de desear que siga por esta vía. En principio la recepción que está teniendo el pacto es mejor de lo que cabía esperar y de lo que las primeras reacciones parecieron dar a entender. La tesis de Deia de que el pacto había conseguido la unanimidad, pero de todos los no firmantes en contra del pacto, se está viendo desmentida en la práctica. Hay que seguir sumando. Al PNV hay que hacerle ver no que se va contra él, pero sí que está solo. Y que lo está por méritos propios.

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