"Todas las pasiones se reducen a poseer la belleza, la vida"
El escritor Manuel Vicent (Villavieja, Castellón, 1936) acaba de regresar de una gira por Latinoamérica, dentro de la cual participó en la Feria del Libro de Guadalajara (México). Recién aterrizado, presenta en el País Vasco su última novela, La novia de Matisse (Alfagura), una obra sobre el arte, la belleza y la muerte narrada sin adornos.Pregunta. ¿Qué función ejerce el arte en la vida?
Respuesta. El arte educa la sensibilidad; nos distingue de los animales; hace que la realidad sucia, que en la novela se atribuye metafóricamente a una mujer joven y guapa que va a morir, se purifique. El arte es una emoción ante la belleza. La vía de entrada al arte no es la inteligencia, sino la sensibilidad, la emoción, los sueños, el territorio del arte.
P. ¿Por eso dice que se puede conseguir la salvación, la inmortalidad, a través de la belleza?
R. Cualquier persona que ha tenido alguna vez la sensación de que el tiempo se detiene ante una emoción, una armonía o cuando se siente con la naturaleza o con algo que gusta; eso da una sensación de inmortalidad.
P. En La novia de Matisse, se refiere a esos coleccionistas de arte, nuevos ricos, que llevan el dinero sudado en cajas de zapatos. ¿Dónde está el negocio o la pretensión de aparentar y dónde el arte?
R. El dinero es un vehículo para poseer un cuadro. El coleccionismo es una pasión, una enfermedad, lo que se quiera. Opera entre la escasez y la antigüedad y para llegar a ella está el dinero, pero el dinero como pasión nunca como especulación; un gran coleccionista nunca piensa en vender. Cuando se compra por amor se establece con esa obra una relación de pareja y puede pasar que un día se destruya porque hay otro cuadro que te gusta más. Si lo has comprado por amor y por locura siempre encontrarás a otro más loco y más amante y más rico que tu.
P. ¿Es reprobable adquirir un cuadro por esnobismo?
R. Sócrates dice que la belleza y la bondad son la misma cosa. Si se es verdaderamente elegante no se hace daño a nadie, porque es una falta de buen gusto dañar a otra persona. Si eso lo vas refiriendo a través de la pintura no puedes tener una obra de arte como amante y ser tú un villano, un mediocre.
P. Y, esos genios en el arte y miserables en su vida, como Picasso, según recuerda un personaje de su novela...
R. El personaje de Beppo es real; conoció a Picasso, del que decía que era un hijo de puta. Un genio siempre es un hijo de puta, hace mucho daño y crea mucha infelicidad porque es un egoísta titánico.
P. ¿La sensibilidad no ayuda a ser mejor persona?
R. El arte sirve para refirnarte y se supone que una vez consguido vas a ser mejor, porque la belleza te va a hacer bueno y se supone que así es como avanza este enorme ganado putrefacto que es la humanidad. Pero, de pronto, este ganado tiene unas caídas terribles. En Alemanía, acababan de matar judios y entraban en sus casas por la puerte de atrás por no despertar al canario. Digamos que el refinamiento es un río que va hacia delante. Tenemos la sensación de que hay más violencia e injusticia que nunca porque somos más sensibles, más receptivos a la maldad.
P. A pesar de lo que pudiera parecer por el tema, la novela esta despojada de todo tipo de adorno y resulta muy sencilla. ¿Lo ha hecho a propósito?
R. La sensación que a mí me da es que se lee muy fácil y muy deprisa. Vas como resbalando porque pasan muchas cosas. Yo lo que me propuse es escribirla sin un adorno literario, sin adjetivos, sólo los indispensables porque el asunto es ya bastante alambicado como para reobscurecerlo con una literatura de hojarasca. La narración queda como en silueta.
P. Compara la pasión por el arte con una convulsión erótica, una atracción sin remedio. ¿Al final, son todas las pasiones iguales?
R. Claro, y unas excluyen a otras. Lo que sucede con los llamados pecados capitales es que los grandes vicios son obsesivos y excluyentes; ni el espíritu, ni el alma, ni el cuerpo dan para mucho vicio. No conozco a nadie que tenga pasión por el juego y que al mismo tiempo tenga obsesión por el sexo. En el fondo, todas las pasiones se reducen a una, a poseer la belleza, la vida, y ahí está todo mezclado. He visto a gente que ante una obra de arte tenía reacciones físicas, si eres muy refinado y eres capaz de unir dos o tres sentidos a la vez y los muy, muy refinados, santos y místicos los cinco, eso ya es la explosión. En la novela hay escenas en las que se van acumulando sentidos. Por ejemplo, los protagonistas están en una cala de la Costa Brava tomando salmonetes en el restaurante El Bulli y hablando de comprar un picasso; tener la sensación del mar, de una noche anterior llena de resaca de vicio, haberse purificado con una exposición de Miró, todo eso es demasiado placer.
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