Inflación 4, Gobierno PP 0
Los últimos datos conocidos son inapelables: los precios se redujeron el mes pasado una décima en la zona euro mientras que en España aumentaban tres décimas. O sea que en un mes precisamente como octubre en el que la incidencia de los precios turísticos se estabiliza, España pasaba a un ya preocupante 4% de inflación, mientras que en el conjunto de los Once se situaba en el 2,7% y en la Unión Europea en un 2,4%. Un nivel absoluto de incremento de precios -que crecen más en España pero también con mayor rapidez- y un diferencial con nuestros socios y principales destinatarios de nuestras exportaciones que se va agrandando mientras, simultáneamente, se está reduciendo la ventaja de crecimiento que hasta ahora teníamos sobre ellos.Frente a este problema que, sin alarmismos pero también sin rehuir la realidad, comienza a presentar ya aspectos muy severos, la actitud de nuestros actuales gobernantes ha sido de lo más clásica dentro de una línea de conducta habitual por lo demás en ellos. En primer lugar, cuando el asunto comenzó hace ya tiempo a pintar mal, lo ignoraron o lo minimizaron. Después, como los hechos son tozudos y de nada vale tirar la realidad por la ventana porque te acaba entrando por la puerta, diagnosticaron que la raíz del problema era por completo ajena a la política del gobierno, e incluso a su propio ámbito o capacidad de actuación. La culpa la tenían el Banco Central Europeo, el precio del petróleo, la voracidad de los empresarios turísticos o cualquier otra causa exógena, cualquier deus ex machina que les librase de su responsabilidad al respecto. Luego se deciden por fin a actuar e introducen en junio un nuevo paquete de medidas supuestamente liberalizadoras que se han mostrado tan estériles e inoperantes como las anteriores de febrero de 1999. Sólo cuando el problema se convierte en acuciante y resulta innnegable que nos encontramos en la peor situación europea respecto al incremento de precios internos -sólo superados por Luxemburgo e Irlanda- Rato reconoce su responsabilidad al respecto, aunque su confesión no lo mueve de su inactividad.
Y eso que el índice de inflación subyacente española, el que no tiene en cuenta el precio de los carburantes, es ya un 2,8%, superior en si mismo a las medias totales europeas que figuran más arriba. Y eso que lo más amenazante para nuestra competitividad, como son los precios de los productos industriales no energéticos, de los bienes comercializables -por ejemplo el textil, los automóviles, calzado, juguete o mueble- que son los más sensibles a los cambios relativos internacionales va muy mal en España, porque mientras en la zona euro sufrían un leve aumento de dos décimas y pasaban del 0,6% al 0,8 % hasta septiembre, en España el incremento fue el 1,3 al 2,3%. Casi el triple en términos absolutos que nuestros socios y con un incremento relativo mucho más acusado.
Claro que Rato, en junio, ante el Congreso de Diputados aún se permitía afirmar sin ruborizarse que teníamos un elevado crecimiento económico, con un alto nivel de demanda interna "gracias a un claro control de la inflación". Una inflación que, según su equipo de Economía, ya había tocado techo en mayo y comenzaría a bajar. Cuando estos inefables profetas se encuentran con el 4% en las manos, el secretario general de Economía ha vuelto a repetir que en octubre la inflación había tocado techo. Tocando este techo tan travieso y móvil, mucho me temo que este mes -que el que sirve precisamente de referencia para la revisión de las pensiones- la inflación siga creciendo después de las últimas alzas que el Gobierno ha autorizado en el precio del gas natural y de los gases licuados del petróleo. Justo en periodo preinvernal cuando, sin contar esa última subida, cada familia española iba a gastar por término medio unas 4.000 pesetas más al mes en calentar su vivienda.
Precisamente el Banco de España acaba de hacer público los resultados de la Central de Balances y resulta que, en septiembre, las empresas ganan ya un 45% más y rompen su techo histórico. Lo cual no está nada mal siempre que se deban estos mayores beneficios a una mayor eficiencia empresarial y a una mayor competitividad. Pero si vamos a la letra pequeña sectorial resulta que son las compañías de refino, las que transforman el petróleo crudo en productos elaborados, las que más han contribuido a este espectacular aumento. Y resulta que los márgenes del refino en España son los más elevados de Europa y que el Gobierno puede actuar y no lo hace. Entonces, si el incremento del precio del barril es idéntico para todos los países europeos, a excepción claro está del Reino Unido, si resulta que Francia -que a diferencia nuestra tiene un Gobierno que ha rebajado transitoriamente los impuestos sobre los carburantes- se sitúa en un envidiable 1,9 % de inflación, menos de la mitad de nosotros, ¿no habría que poner nombre y apellidos a la causa eficiente de nuestro preocupante diferencial de inflación, concretamente Rodrigo de Rato y Figaredo?
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