La reunión feminista de Córdoba denuncia la opresión de las afganas
Las participantes vinculan el avance del feminismo a la democratización
La lucha por los derechos de la mujer avanza a diferentes velocidades y, en algunos lugares, ha retrocedido tanto que pertenecer al sexo femenino garantiza los peores atropellos. Las asistentes a las jornadas feministas de Córdoba recibieron ayer con horror el testimonio de Behjat, representante de la Asociación de Mujeres Revolucionarias de Afganistán, que denunció el régimen de terror impuesto por los talibán, cuyas víctimas son las mujeres.
Desterrar estereotipos
TEREIXA CONSTELA Behjat desgranó, durante su intervención en la mesa central dedicada al Feminismo desde otras culturas, una retahíla de violaciones de los derechos humanos, que abarcan desde la prohibición del acceso a la educación de las mujeres a medidas como la imposibilidad de operarse en un hospital por un equipo médico de varones. "Y todas las mujeres, excepto algunas enfermeras y doctoras, han sido despedidas de sus trabajos", agregó sin pizca de ironía. La representante de Rawa, una organización fundada en 1977 para luchar por los derechos de la mujer en Afganistán, explicó que sus compatriotas son forzadas a vestir "un sudario de la cabeza a los pies llamado burkha" y a caminar sin hacer ruido "para no corromper a los hombres".Después de recordar las violaciones que sufren "madres, padres y hasta niñas de 4 años" por los talibán, Bejhat reprochó "el silencio" internacional ante "la tragedia" de Afganistán en un momento en el que "vivimos en la aldea global". Sin embargo, la jornada de ayer dejó patente que, mientras la globalización económica avanza a un ritmo trepidante, la universalización de los derechos de la mujer camina a paso lento.
"Hablar de feminismo en el mundo rural del África subsahariana es un chiste", espetó la guineana Remei Sipi, después de detallar que el 75% de las mujeres de esas áreas son analfabetas, que viven 26 años menos de media que las de países desarrollados y que, pese a que su tasa de fertilidad (6,4 hijos) es la más alta del mundo, sólo un 15% recibe atención médica durante el embarazo. Tener agua depende de caminatas de kilómetros y la luz, dijo, "es desconocida en muchas zonas".
Sipi, que al igual que otras participantes vinculó directamente el avance del femenismo a la democratización, desterró, sin embargo, ciertos estereotipos sobre las africanas: "Ni son ideales madres fecundas ni pobres mujeres entregadas a sus maridos". La organización y la lucha por los derechos de las mujeres en las áreas urbanas está contribuyendo al avance de a igualdad y a mejorar la situación de las mujeres, que Remei Sipi considera el "gran desafío" de los próximos años.Sobre esta heterogeneidad hizo hincapié la antropóloga Dolores Juliano, que aseguró que no se puede extrapolar el concepto occidental del feminismo a otras culturas. El poder es, para la antropóloga mexicana Mercedes Olivera, el que determina los factores culturales. Prueba de ello es la dispar interpretación de una religión represora con los derechos de la mujer como la islámica, que tanto invocan los talibán como ampara otras visiones más flexibles. En una ponencia, Selma Bullahi, de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis, explicó que en su caso afrontan una batalla más cultural que política. Las saharauis tienen derecho a votar, pero consideran indigna en muchos casos la participación masculina en las tareas del hogar. "Se considera que perderían su hombría", dijo.
Las inmigrantes, procedentes de países no comunitarios y afincadas en España, simbolizan el punto donde confluyen los distintos escenarios del feminismo. Souad El Hadri, presidenta de la asociación Mujeres Inmigrantes, de Valencia, cree que en la aventura migratoria de muchas marroquíes influye la necesidad económica y, a la par, "la búsqueda de libertad política". "Quiero conservar muchas cosas de mi cultura, pero no estar sometida", agregó. El Hadri considera que el feminismo español afronta un reto novedoso como la defensa de las inmigrantes: "Para que se impliquen las mujeres inmigrantes en el asociacionismo es necesario hacerlo desde una perspectiva de género".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.