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La fuerza de la humildad

Una semana antes de la cumbre para la reforma de la UE en Niza se ha formado un clima que difícilmente puede ser más peligroso. El presidente francés, Jacques Chirac, visita los Gobiernos de los Estados miembros para conocer cara a cara y en confianza las últimas posiciones negociadoras. Se sitúa así en una situación aparentemente ventajosa al conocer la postura de todos los jugadores ante la ruleta. (...) En Niza (...) se trata, expresándolo trivialmente, de poder y grandeza, y por eso se trata sobre todo de Francia, que en esta desdichada constelación ostenta la presidencia.Francia siempre ha visto en el gran proyecto europeo una posibilidad de lograr más eficazmente sus intereses nacionales; eso es cosa sabida desde hace mucho, aunque sea tabú decirlo. Sin embargo, detrás del cálculo existe una gran sinceridad, puesto que Francia ni busca una nueva identidad política ni renunciará a su soberanía a favor de un superestado europeo, como Chirac dejó claro ante el Bundestag.

Por el contrario, Alemania padece desde hace tiempo de una imagen de Europa difusa, aunque al mismo tiempo transfigurada. La política europea ha funcionado, sobre todo, cuando se han cumplido dos condiciones: Alemania y Francia deben perseguir sus objetivos conjuntamente y el gigante del centro del continente debe ser humilde en el éxito. Ése es el secreto de lo que Fischer llama la "dialéctica europea": los intereses alemanes están mejor servidos cuando son los intereses de todos los europeos.

Stefan Kornelius

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Múnich, 1 de diciembre

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