Un presidente con botas
Vicente Fox inaugura un estilo poco convencional y acudirá a su investidura con calzado vaquero
Rompiendo convencionalismos, el nuevo presidente de México, Vicente Fox, acudirá a la investidura de mañana calzando finas botas rancheras de avestruz y piel de cabra. Térmicas, más chatas que las de arrear ganado, las botas de la transición son borceguíes que parecen zapatos. "Son muy cómodas, y la horma se ajusta muy bien al arco del pie del presidente", informó el fabricante. La identidad del primer revolucionario del siglo XXI quedó troquelada en la parte interna de la caña, corta: "Vicente Fox Quesada, presidente de México, 1 de diciembre". El granjero de Guanajato, de 58 años, el ejecutivo y empresario que dirigió la multinacional Coca-Cola en México, el político que derrotó al Partido Revolucionario Institucional (PRI) el 2 de julio golpeando los riñones del sistema establecido en 1929, tiene 15 pares de botas, y un arsenal de recursos para mantener altas las expectativas del cambio. Lo demostró en campaña, derrochando carisma y populismo, enarbolando la imagen de la Virgen de Guadalupe, durante los cinco activos meses de interregno, y en la presentación de su gabinete, que incluye departamentos y coordinaciones nuevas. Citados en bloques, en tres días diferentes, los ministros y comisionados encargados de modernizar México desde la equidad y la decencia, explicaron en público sus intenciones. "Nació el México & Co", ironizan los descreídos.Contrariamente al hermetismo de anteriores administraciones, a las prácticas de sanedrín y cenáculo, los titulares de las diferentes carteras fueron presentados, uno a uno, por Martha Sahagún, portavoz del presidente electo, y probablemente primera dama cuando el tribunal de la Rota lo permita. Todo fue televisado en directo, solemnemente escenificado para que los 100 millones de compatriotas pudieran testimoniar que en el palacio de San Carlos Magno se había dado cita el renacimiento nacional. Los nuevos gestores, que aceptaron depositar en un fideicomiso su declaración patrimonial, prometieron cumplir a rajatabla las instrucciones de un jefe de 1,92 centímetros que invita a la prensa a su finca, juega al tenis con los periodistas, dicen que sabe escuchar, y vestirá mañana traje de lana gris y mancuernas con grabaciones en oro del escudo de México.
Todo cambió con su irrupción en política: desde el discurso, flamígero e intercambiable, pero siempre leal a las promesas de trabajo y decencia, hasta las formas, hasta los cocineros de la residencia presidencial Los Pinos que habrán de ser de casa: bien está la comida francesa y el champán, pero mejor la mexicana y el tequila. Horas después de anunciar la composición de los miembros de su gabinete, algunos reclutados por empresas cazatalentos, compareció con ellos en los estudios de Televisa, la cadena más importante de México. Uno a uno de nuevo, glosó perfiles, preparación, y el amor patrio de todos sus colaboradores. Nunca se había visto cosa igual. La mercadotecnia aprendida en sus años de vendedor de coca-colas parece visible en buena parte de los movimientos del jefe de gobierno, que el día de la investidura reventará otra vez moldes y tradiciones. No sólo acudirá a la ceremonia oficial del Palacio San Lázaro. Fox agregará dos presentaciones inéditas: en el Auditorio Nacional, ante 10.000 personas, y por la tarde, ante muchas más, en el Zócalo, la plaza nacional más importante, la confluencia de manifestaciones y protestas, el sitio histórico donde el nuevo presidente pedirá a los mexicanos que confíen en él, que los sueños de millones habrán de hacerse realidad enarbolando el palo y la zanahoria. Una cena de gala en el Palacio de Chapultepec cerrará los festejos. La trascendencia del momento, y la importancia de los 1.537 invitados especiales, destacó Fox, bien merecen abrir los salones de palacio.
El sarcasmo popular, cruel y festivo, le endosó en viñetas ínfulas de emperador, negadas por un gobernante que sólo pretende, reitera, servir a México con un poco de talento y muchas horas de desvelo. La revista Milenio, redactando al efecto una tarjeta de invitación, ironizaba sobre los fastos de la transición más importante en casi un siglo. "Tiene usted el honor de que su Altísima Excelencia, Vicente F. Lo invite a la majestuosa ceremonia donde será coronado Emperador Supremo y Gerente General del Reino de San Cristobal del Rincón y Anexas (Rancho San Cristobal y resto de la república. Tan ilustre acto tendrá lugar en el Castillo de Versalletepec el 1 de Diciembre del Año del Señor del 2000". Vicente Fox Quesada, hijo de donostiarra, sonríe porque en su estilo de gobierno, subraya, la tolerancia y las libertades ocuparán espacios de platea.
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