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Malestar y desconfianza

La falta de avances en la búsqueda de un acuerdo está suscitando tensiones entre las capitales europeas, y en el caso concreto español esa incomodidad parece más polarizada en París que en Berlín, a pesar de que Francia muestra en principio una mayor comprensión que Alemania hacia la pretensión española de seguir recibiendo fondos estructurales de la UE incluso después del año 2006. En la diplomacia española se tiende a considerar que, dado que Francia acepta, como el resto de los países, que el peso en el Consejo debe ser proporcional a la población, sin considerar otros criterios, como el territorio o la riqueza, resulta incoherente que los franceses pretendan seguir teniendo los mismos votos que Alemania.También se observa una cierta insatisfacción, por otra parte generalizada en Europa, ante el hecho de que, durante este último semestre de su presidencia europea, Francia haya hablado con las voces diversas y frecuentemente contradictorias de Chirac; el primer ministro, Lionel Jospin; su ministro de Exteriores, Hubert Vedrine, y el secretario de Estado para Europa, Pierre Moscovici. "No hay un interlocutor claro", se dice, y en esa circunstancia cabe la sospecha de un acuerdo final en el que Alemania termine por aceptar la igualdad de votos con Francia a cambio de que París apoye la propuesta alemana de celebrar una nueva Conferencia Intergubernamental en el año 2004 para deslindar la división de poderes entre los gobiernos centrales y los regionales, idea que en Madrid despierta nulo entusiasmo.

Todo ello ha terminado por generar cierta desconfianza. Tanta, que si Chirac y Aznar celebraron anoche su rueda de prensa conjunta fue exclusivamente porque el francés advirtió de que, de no haberla, él daría una propia en el hotel donde se alojaba. El presidente español no quería en principio comparecer ante los medios, pero, viendo la actitud de su invitado, prefirió estar presente y poder dar su versión de lo ocurrido.

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