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La violetera y el Nobel

Miguel Ángel Villena

Dos de los españoles más universales del siglo XX mantuvieron una larga y apasionada relación amorosa. Pero Sara Montiel no había revelado hasta la publicación de sus memorias Vivir es un placer (Plaza & Janés) su historia con Severo Ochoa, premio Nobel de Medicina en 1959. "Tuve hacia Severo un deseo carnal, sexual, y no es raro, porque era un hombre altísimo y guapísimo, con una piel y una cabeza preciosas, con un pelo hermosísimo, muy claro, que pronto se volvería blanco. A sus cuarenta y seis años, Severo Ochoa era un monumento de cine. Y además era simpático, chistoso, alegre; estaba lleno de sentido del humor y derrochaba un encanto bárbaro. Me quedé obnubilada por él". Así describe Sara Montiel en su libro, que fue presentado ayer en Madrid por Amparo Rivelles y José Luis Garci, al famoso científico, al que califica como "el gran amor de su vida".El apasionado idilio se prolongó entre 1951 y 1955, con encuentros clandestinos en Nueva York y en otras ciudades de Estados Unidos. La actriz y cantante, nacida en Campo de Criptana (Ciudad Real) en 1928, ha esperado hasta ahora, siete años después de la muerte del premio Nobel, para relatar aquel romance "por respeto hacia terceras personas y sobre todo hacia Carmen, una mujer fantástica que fue su esposa". Aunque a mediados de los años cincuenta el prestigioso investigador estuvo dispuesto a separarse y a contraer matrimonio con Sara, la actriz manchega -que trabajaba por aquella época en Hollywood y en México- siguió como siempre los consejos de su madre. "De un modo muy gráfico", contó ayer, "mi madre me mostró unas manos que se separan y añadió que dos personas, tan distintas por edad y por profesión, no podían durar mucho tiempo juntas. Yo tenía veintitantos años, hice caso a mi madre y con gran dolor de mi corazón opté por mi carrera y no por el matrimonio con Severo. ¿Qué iba a hacer yo? ¿Tomar el té con las señoras de los científicos?".

Severo Ochoa respondía a los rasgos que siempre han atraído a Sara Montiel de un hombre, es decir, inteligentes, cariñosos y mayores que ella. En esa lista incluye esta artista -uno de los mitos eróticos más importantes de las últimas décadas y una de las pocas españolas que han triunfado en las pantallas y en los escenarios de todo el mundo- al escritor Miguel Mihura, al poeta León Felipe, al director de cine Anthony Mann o al empresario Pepe Tous, fallecido en 1992 y que fue su pareja durante muchos años. "Por suerte o por inteligencia, he procurado aprender en cabeza ajena y superar mis orígenes humildes" comentaba ayer Sara Montiel en el salón de su casa madrileña, un inmenso ático en el centro de la capital repleto de cuadros, fotografías, muebles, objetos y recuerdos de todo tipo.

Aunque cuenta con una biografía muy rica en aventuras amorosas, la protagonista de Veracruz, La violetera o El último cuplé no vacila al contestar sobre el placer más inmenso de una vida: "Tener un amigo de verdad, que sea sincero y bueno. Eso es un diamante, tanto si eres pobre como si eres rico". Declara que ha querido ser libre como un pájaro, sin ataduras a los convencionalismos, fiel a su empeño de crear un estilo y convertirse en una estrella. Y en una España franquista, mísera de cuerpo y alma, donde el derecho a la diferencia no estaba precisamente bien visto. "Yo he tenido que vencer muchas dificultades desde un parto difícil y complicado, según mi madre. He pertenecido a una familia de republicanos represaliados y he padecido mucha pobreza. Triunfé en mi país, donde me pagaron millonadas por mis principales películas, y fui respetuosa con la dictadura porque Franco, al fin y al cabo, era el jefe del Estado. Pero nunca oculté mis ideas y en 1963 proclamé que me consideraba socialista. Es cierto que Franco me utilizó, a través del industrial cinematográfico Césareo González, y me enviaron a la URSS y a otros países de Europa oriental a promocionar mis películas a cambio de intercambios comerciales para obtener más petróleo o más madera. En los países comunistas yo era una diosa".

Asegura sin pestañear que jamás volverá a rodar una película porque su tiempo como actriz ya pasó. Pero con idéntica convicción anuncia que continuará cantando en sus giras por América y por España. Sigue muy atenta la evolución del cine español y destaca la impresión que le produjo Solas, de Benito Zambrano. Coqueta, fumadora de puros, persona-Antonia a la vez que personaje-Sara, la actriz confiesa que su ilusión en esta etapa de su vida es ver crecer a sus hijos Thais, de 21 años, y Zeus, de 17, que adoptó durante su matrimonio con Pepe Tous.

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