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Crítica:ESPECIALES SOBRE LA TRANSICIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

25 años

Las televisiones se han ocupado profusamente del 25º aniversario de la coronación del Rey, unas con documentales y otras, como Tele 5, regando sus informativos diarios con pequeñas píldoras conmemorativas. Incluso los programas del corazón se han unido al cumpleaños aportando empalagosas loas a la familia real.De todo lo visto, lo único que se salió del mediocre tono general han sido los reportajes Juan Carlos I. 25 años de reinado, emitido por TVE-1, y Una cámara para un caudillo, de Canal +. El primero porque por vez primera permitió escuchar al Jefe del Estado hablando largamente sobre unos hechos de los cuales fue protagonista, y el segundo porque se desmarcó de la visión general para explorar un tema concreto, el aparato de propaganda de Franco. Fuera de esto, lo demás ha sido el desierto o, lo que es peor, lo de siempre; refundiciones de lo que ya vimos en el 20º aniversario de la transición y, muy probablemente, si nadie lo remedia, adelantos de lo que veremos en el 30º y 35º.

Muestra paradigmática de esa alarmante falta de imaginación fueron los cuatro minirreportajes emitidos por Antena 3 en Espejo público el domingo por la tarde: 'Los días más largos', crónica de los últimos días del franquismo; 'Viva el 75', un somero recorrido por los acontecimientos de aquel año; 'Los hijos del 75', que enfrentó en un diálogo de besugos a cuatro padres con sus hijos nacidos entonces, y, el peor de todos, un pretendido resumen de los principales hechos ocurridos en estos 25 años que, inexplicablemente, no se detuvo en asuntos de tanta trascendencia como el juicio de la colza, el referéndum de la OTAN o la crisis política derivada de las denuncias por la guerra sucia. Interesante fue el documental de la misma cadena Así murió Franco, a cargo de la cronista oficial de la transición Victoria Prego, si no fuera porque ya lo vimos hace cinco años. Otro tanto ocurrió con Así éramos, así somos, que trató de reflejar el cambio social a través del montaje de imágenes sin narrador, y, que pese a la heterodoxa factura, por momentos se acercó a un videoclip.

Nos gustan las cifras redondas. No se trata de reivindicar que, en lugar de los 25 años, celebremos los 22 o los 27. Ocurre que los aniversarios, además de para celebrar el día de la boda o del alumbramiento, también sirven para hacer recuento del camino recorrido, un suma y sigue que nos valga, aunque sólo sea ficticiamente, para proyectarnos sobre el futuro.

Conviene que las nuevas generaciones sepan cuánto costó la tranquilidad que ahora viven. Es justo que nos felicitemos por lo bien que se hizo, por la suerte que tuvimos. Pero que no todo sea desempolvar -a medias nostálgicos, a medias avergonzados- viejas imágenes de la sociedad española vestida con pantalones de campana ni contar mil veces lo ya sabido. Se echan de menos enfoques que aborden otros aspectos. Sería útil para los que nacimos entonces, y no digamos para los que lo hicieron después.

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