El paradigma del amor deportivo
La editorial Castalia convierte en un clásico a 'Jacinta la pelirroja', el mítico poemario de Moreno Villa
La historia de la poesía masculina -y también alguna femenina- está llena de heroínas de nombre real o supuesto que, junto a sus celestiales y sobrehumanos dones, manifiestan una irredenta tendencia a hacer elevarse y sufrir luego a sus bardos. Beatrices, Lauras, Guiomares o Elisas que fueron tormento y éxtasis para quienes sólo concebían glosar el amor en sus extremos elegíacos.Pero hubo una época en Europa que, con la adolescencia del siglo que termina, artistas y no artistas volvieron a tratar el amor como goce y aventura. Y un poco más allá: como deporte. Un deporte donde no había vencedores ni vencidos.
Dadaísmo, surrealismo, futurismo, creacionismo... fueron movimientos artísticos y literarios que en los años veinte y treinta hicieron de la experimentación y el juego una materia para erradicar fórmulas periclitadas. En España el cenit de aquella generación de jóvenes modernos que buscaban otras formas expresivas llegó con la Generación del 27.
La superación de los cánones del romanticismo -algo que no lograron todos- fue uno de los objetivos de aquel grupo. Entre ellos, entre los Lorca, Dalí, Buñuel, Alberti, Guillén o Cernuda, había uno que por mayor edad y vitalidad polifacética nunca estuvo en los primeros puestos de la nómina: el malagueño José Moreno Villa. Pero fue suyo quizá uno de los mejores poemarios de aquella aspiración formal, vital y cultural: Jacinta la pelirroja.
"Jacinta come una tostada / y me da la parte mordisqueada", decía uno de los poemas de aquel compendio cubista repleto de juegos, sensualidad, síncopas de jazz y una joie de vivre que hubiese firmado el mismísimo Picasso. Fue Jacinta la pelirroja un libro publicado en 1929 en los suplementos de Litoral, que entonces dirigían Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.
Acompañado de dibujos del mismo Pepe Moreno, el libro encandiló a los de su generación. "Admirable", dijo de él el circunspecto Cernuda en el año 1931. Como "un estimulante baño de aire puro" lo recordaba José Luis Cano en el prólogo a la limitada edición que la editorial Turner publicó en 1977. Aún hoy, leer Jacinta la pelirroja es comer cerezas, comprar un picasso, ver bailar a los barcos y gritar que la seducción es un engaño mientras alguien a tu lado admite las reglas del juego.
Que una colección tan prestigiosa como Clásicos Castalia decida ahora editar Jacinta la pelirroja corrobora tales opiniones. La edición crítica de los filólogos Julio Neira y Rafael Ballesteros aporta a las anteriores, además de la versión conocida, los vaivenes por los que pasó el manuscrito, y un concienzudo estudio introductorio donde se repasa la figura de José Moreno Villa, que fue durante casi 20 años el mentor oficial de la Residencia de Estudiantes y que, como tantos otros, acabó su vida en el exilio mexicano no sin antes dejar otro libro fundamental, su autobiografía Vida en claro.
"Era un andaluz distinguido, elegante, humanista y anglófilo. Un hombre situado entre lo flamenco y el espíritu renacentista de Alberto Jiménez Fraud, director de la Residencia", dibuja el malagueño Rafael Ballesteros, catedrático de Literatura de Instituto y ya dedicado por entero a la escritura después de haber sido durante dos legislaturas socialistas el presidente de la comisión de Cultura del Congreso de Diputados.
Ballesteros, que leyó por vez primera este libro en italiano, redunda en calificar de "única" esta obra. "Incluso dentro de la producción de Moreno", añade, "porque transmite gozo a pesar del fracaso real de la relación".
Porque las historias de amor siempre acaban. Y la del poeta con una rica heredera judía de Nueva York llamada Florence, pelirroja, bellísima y elástica como una saltadora de vallas, no fue una excepción. Feliz de haber sido el conquistador entre todos los residentes que babeaban por Jacinta, el poeta, 20 años mayor que su musa -Moreno Villa tenía 40 años-, quiso casarse con ella tras el romance español y marchó a Nueva York a medirse ante los padres.
Y éstos le hicieron un corte de mangas. Moreno Villa volvió y escribió su libro y Florence se casó al poco tiempo con alguien de su posición. "El poeta no regresó de forma doliente y nostálgica, sino como alguien vital, ingenioso y divertido: su libro fue la mejor superación del fracaso del amor que podía hacerse; y hoy es un libro que debería estar al lado de otros, como Sobre los ángeles, de Alberti", remata Ballesteros.
La historia, en cualquier caso, no quedó ahí. Diez años después de la separación Moreno se reencontró con Jacinta en México. Y volvió a escaparse dos semanas con ella. Pero ya no halló a Jacinta sino a una Florence mucho más vulgar. En eso, a Moreno le pasó como a casi todos los poetas: acabó sepultando la magia entre unos versos.
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