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Una de las 75 familias del asentamiento rumano ha cumplido el plan de integración

En el proyecto se prohíbe a los inmigrantes, entre otras cosas, mendigar con sus hijos

El campamento para nómadas de la Cañada de los Canteros está semidesierto. Las instituciones madrileñas -Ayuntamiento, Comunidad y Delegación del Gobierno- alojaron a 75 familias rumanas en julio pasado, cuando inauguraron el asentamiento. El número de ocupantes es hoy de poco más de la mitad: 42 familias, 124 personas, viven en el asentamiento. De las 75 primeras familias, una ha cumplido el proyecto de integración diseñado por la Administración en cuatro fases. Los rumanos se comprometen, entre otras cosas, a no mendigar con sus hijos y a acudir a trabajar.

Un ejemplo

Las 75 familias que llegaron en verano a la Cañada de los Canteros vivían antes en un asentamiento marginal levantado al otro lado de la valla metálica del poblado de San Roque, próximo a la carretera de Burgos. Las instituciones les trasladaron en una operación relámpago, ejecutada de madrugada, y en la que demolieron las infraviviendas con la ayuda de dos máquinas excavadoras y un batallón de barrenderos. Los rumanos fueron trasladados hasta el poblado para nómadas próximo al vertedero y la incineradora de Valdemingómez.Todos han firmado un contrato con la Administración en el que asumen ciertas obligaciones a cambio de otros privilegios. No deben mendigar con sus hijos menores, tienen que salir a trabajar y forman parte de un proyecto diseñado para su plena integración social, según explicó el viernes Tomás Vera, director general de Servicios Sociales de la Comunidad de Madrid.

El proyecto de integración está dividido en cuatro fases. Los inmigrantes del asentamiento nómada forman parte de la primera. Sólo pueden estar un máximo de tres meses en el poblado. Si al término de ese plazo su conducta ha sido buena y han cumplido con los requerimientos pasan a la segunda fase, en la que la Administración les traslada a un poblado mejor: bien al de San Roque o bien a otro que hay en la carretera de Colmenar Viejo.

Los rumanos que consiguen pasar a la segunda fase gozan de mejoras en las instalaciones. Ya no duermen en tiendas de campaña, sino en módulos prefabricados, con enchufes, donde conectan televisores y estufas. Un total de 38 familias de rumanos (138 personas) viven en esta segunda fase.

La tercera fase supone un escalón difícil de superar para muchos inmigrantes. El cambio en sus condiciones de vida es notable. Dejan los asentamientos para vivir de manera independiente en pisos de alquiler. Sólo nueve familias de rumanos gozan de esta situación de privilegio. Los nueve padres de estas familias han tenido la suerte de ser contratados por empresas para trabajar de forma regular. Desempeñan empleos en los sectores de la construcción y servicios, trabajando como albañiles, en limpieza y demás.

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Sólo hay una familia que ha logrado alcanzar la cuarta y última fase del proyecto: la de la plena integración. El padre de familia también está contratado. "Esta familia funciona de manera autónoma y debe servir de ejemplo para los demás. Sirve para demostrar que el proyecto ha funcionado, ha sido un éxito, y que la integración en la sociedad, lejos de la marginalidad, es perfectamente posible", afirma el director general de Servicios Sociales, Tomás Vera. "El denominado efecto llamada entre los inmigrantes no ha surtido efecto, porque, como los rumanos se tienen que someter a los requisitos del contrato para entrar en el campamento, muchos rehúsan adquirir ese compromiso", añade Vera.Los habitantes del poblado de la Cañada de los Canteros ven como algo muy lejano alcanzar la cuarta fase del proyecto. Pero luchan para ello. Al caer la tarde llegan a sus tiendas de campaña, después de una jornada entera vendiendo la revista La Farola, mendigando o limpiando parabrisas en las calles de Madrid. Cruzan la verja metálica que les aísla del mundo exterior y, después de cenar, se preparan para dormir. "En las tiendas no se puede, porque hace mucho frío; tenemos que meternos en la cocina", explicaba el jueves una inmigrante, en un castellano precario.

El asentamiento de nómadas está sometido a condiciones meteorológicas extremas. El sol pega de plano en verano y la temperatura en el interior de las tiendas de campaña es insoportable. Ahora, en invierno, el frío se cuela a través de la lona y la vida allí se vuelve más dura.

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