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Tribuna
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Paréntesis

Ni siquiera los jueces saben quién ha ganado las elecciones norteamericanas, leo en un titular de estos días. Leo varias decenas de artículos sobre las papeletas de voto del condado de Palm Beach (al parecer, culpables del desastre), sobre el ineficaz sistema electoral del país más poderoso de la Tierra y su descrédito imparable.Hasta hace dos semanas, ese mismo país era el epítome de la democracia. Sic transit, gloria mundi. Luego leo a Walt Whitman para reconciliarme con la patria del dólar y el Mc Donalds. Las reconciliaciones son hermosas, y para celebrarlas nada mejor que un viaje, por ejemplo a EE UU. Estos días dorados de noviembre pueden ser ideales para fotografiar en Central Park ardillas congeladas y horadar el corazón podrido de la Gran Manzana con nuestras zapatillas de diseño. Aprovechemos la cosecha del día, como pedía el clásico. Gracias a las dichosas papeletas del bendito Palm Beach hemos podido comprobar que la vida sin presidente norteamericano es posible y, hasta si nos apuran, saludable. Nuestra capacidad de adaptación y de supervivencia es bastante más alta de lo que suponíamos. Felicitémonos.

Es muy poco probable que el ser humano pueda sobrevivir más de diez días sin televisión, sin embargo es posible afirmar que la nave, a pesar de la ausencia del gran patrón del Norte y de las teorías de don Xabier Arzalluz de que donde hay patrón no manda marinero (pura escuela de Francfort) no naufraga. A lo mejor nos hemos instalado en un paréntesis fenomenológico. O a lo mejor viajamos embarcados dentro de ese paréntesis ideal. En todo caso, no hemos necesitado a Bush ni a Gore para inaugurar la nueva terminal del aeropuerto de Sondika (desde la que prometo viajar a Nueva York), ni para que la Ertzaintza, tras un año de investigaciones, detenga al presunto asesino de la joven Virginia Acebes, ni para que las autoridades educativas vascas decidan favorecer la inserción escolar de los gitanos que residen en la comunidad autónoma facilitando su acceso a la enseñanza secundaria. Tres sucesos que no han necesitado un presidente en EE UU, sino un paréntesis de calma en casa.

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