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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Pico de oro

El Plan Hidrológico Nacional saldrá adelante "por narices" o "por cojones", según el ministro de Agricultura, Miguel Arias Cañete; o "por huevos", según dice que le dijo el presidente Aznar. Pero si los términos utilizados proyectan una imagen como de ex seminarista en busca de amigos, lo verdaderamente grave es lo que dijo a continuación: que la tramitación del proyecto iba a ser "un paseo militar", porque "tenemos mayoría absoluta y hemos perdido en Aragón". Con razón ha tenido que salir el vicepresidente del Gobierno Mariano Rajoy para hacerle la crítica. Pero el destrozo causado por la facundia de Arias Cañete es considerable.Si hay un asunto que no puede tramitarse como un paseo militar es el de los trasvases, causa de las divergencias que han impedido durante años la aprobación de los sucesivos proyectos de Plan Hidrológico. La gran manifestación del mes pasado en Zaragoza puso de relieve que también ahora van a existir dificultades para convencer a los aragoneses de la necesidad de los trasvases del Ebro hacia la cuenca mediterránea. Frente a esas dificultades, la apelación a la mayoría absoluta y a la derrota del PP en Aragón transmite un mensaje penoso: que están dispuestos a imponer su solución, aunque no sea la más justa o la más equilibrada; que el criterio puede tener que ver más con razones partidistas que con los intereses generales.

Es penoso, porque gobernar significa armonizar intereses contrapuestos. Y especialmente penoso por haber implicado al jefe del Gobierno en un asunto tan delicado. De entrada, pone bajo sospecha decisiones (difíciles en todo caso) que podrían ser justas. Las explicaciones aportadas por el ministro son endebles. Por una parte, no es del todo cierto que se trate de manifestaciones privadas. Fueron hechas ante interlocutores que eran parte en el problema: una representación de agricultores murcianos. Alega el ministro que sus palabras no estaban destinadas a ser difundidas, pero lo que ello significa es que no reflejan lo que hubiera considerado conveniente decir en público, sino lo que realmente pensaba: de ahí su interés.

Hasta para la demagogia hace falta cierto talento.Arias Cañete ya controló mal su facilidad de palabra con aquel desafortunado comentario comparando el regadío con las mujeres. De nuevo ha medido mal la distancia.

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