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Gore pide paciencia mientras "se cuenta cada voto, y se cuenta de forma precisa"

Al Gore, rompiendo un silencio que comenzaba a ser inquietante, declaró anoche que no desea ganar la presidencia "por un puñado de votos mal atribuidos", y que espera que George Bush "tampoco lo quiera así". Gore, que sustituía en la Casa Blanca a Bill Clinton, de gira por Asia, aseguró desde la residencia presidencial que su objetivo es garantizar que todos los votos de Florida sean escrutados de acuerdo a las intenciones de los electores. "No me preocupa la batalla sino nuestra democracia", dijo Gore, que pidió "paciencia" mientras "se cuenta cada voto, y se cuenta de forma precisa".

Karen Hughes, portavoz de Bush, dijo que las declaraciones del vicepresidente eran "preocupantes" y aseguró que lo que Gore pretendía es "ignorar la ley de manera que él pueda dar la vuelta a los resultados". El que abogados y jueces ocuparan ayer el centro del debate político con asesores, apoderados y portavoces de Gore y Bush como actores secundarios, hacía aún más clamoroso el silencio de los dos aspirantes al principal cargo político del planeta. Gore, que callaba desde el miércoles de la pasada semana, y Bush, desde el viernes, recibieron fuertes críticas por la falta de liderazgo que están demostrando en esta crisis, calificada por Tom Daschle, jefe de la minoría demócrata en el Senado, como "el más peligroso campo de minas político que hemos visto en mucho tiempo".La breve comparecencia de Gore en los jardines de la Casa Blanca quiso responder a los comentarios negativos sobre que ni él ni Bush habían dado el menor paso adelante para tranquilizar a sus compatriotas y enviar un mensaje positivo a Wall Street y los mercados financieros internacionales. En general, los dos políticos están dejando que sus segundos espadas políticos y, sobre todos, sus abogados libren en la opinión pública y en los tribunales las batallas sobre recuentos y plazos. Esa actitud ante lo que la columnista Mauren Dowd llama el electus interruptus preocupa a miembros moderados de sus partidos.

"La nación empieza a cansarse", dijo el senador republicano McCain, que, aunque apoyó a Bush en la campaña, no tiene excesivo entusiasmo por ninguno de los dos candidatos. "Desgraciadamente, ya hemos entrado en la espiral de demandas judiciales que me temía", declaró el senador demócrata Robert Torricelli. El viernes, Leon Panetta, ex jefe de gabinete de la Casa Blanca, ya había adelantado que ni Gore ni Bush "están dando grandes pruebas de capacidad de liderazgo". Gore y Bush volvieron a alimentar las dudas sobre sus capacidades para asumir la presidencia que les impidieron conseguir una clara mayoría en las urnas. Dado que Clinton emprendió su viaje a Asia, Gore asumió, tras meses de ausencia, sus tareas de vicepresidente. Y aprovechó la ocasión para hacer unos comentarios públicos, sin responder a las preguntas de la prensa. Había pasado el fin de semana asistiendo a un partido de fútbol norteamericano en el que jugaba su hijo, participando en un servicio religioso y viendo con Lieberman la película Men of Honor. Todo ello sin efectuar la menor declaración para pedir paciencia y transmitir seguridad. Bush seguía en su rancho de Tejas, hablando por teléfono con sus abogados y reponiéndose de la infección de la mejilla -provocada, al parecer, por un pelo de la barba- que le obligó a ponerse una tirita.

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