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Ruido sin nueces

Hace unas semanas, inmediatamente antes de que fuera a producirse el debate sobre el proyecto de ley de los Presupuestos Generales del Estado para 2001, los dirigentes del PP y todos sus medios de comunicación atacaron con saña al secretario general del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, por no ser el portavoz de los socialistas en dicho debate. Se le llegó a insultar incluso gravemente por parte del periodista Carlos Dávila en RNE, poniendo en duda que fuera la grave enfermedad de su madre la que mantenía a Rodríguez Zapatero fuera del pleno del Congreso de los Diputados el día que tuvo lugar el debate de la enmienda a la totalidad presentada por el grupo parlamentario socialista. Poco menos se nos venía a decir que la renuncia del secretario general socialista a participar en dicho debate suponía la ruptura de no se sabe muy bien que regla no escrita, pero vinculante, de nuestro sistema parlamentario, que ponía, en todo caso, en entredicho la aptitud de Rodríguez Zapatero para ser el líder de la oposición.Donde las dan las toman, dice el refrán. Y esta semana hemos tenido ocasión de comprobar en Andalucía el valor de la sabiduría popular que los refranes expresan. Presentados los Presupuestos de la comunidad autónoma y llegado el momento de su debate parlamentario, el PP ha decidido que no sea su presidenta regional y candidata a la Presidencia de la Junta de Andalucía, Teófila Martínez, la portavoz de su partido en el debate, sino que ocupe dicho lugar el secretario general, Antonio Sanz. En esta ocasión han sido los dirigentes regionales socialistas los que han criticado la decisión del grupo parlamentario popular en unos términos similares a los utilizados por los dirigentes nacionales del PP hace unas semanas.

Lo que era, para el PP, una conducta intolerable del secretario general del PSOE en el Parlamento del Estado, se ha convertido en una conducta perfectamente legítima de su presidenta en el Parlamento de Andalucía y a la inversa en el caso del PSOE.

Pienso que ninguno de los dos llevan razón. Es verdad que los sistemas parlamantarios funcionan con base en unas normas muy laxas y que, justamente por eso, tienen qu ser completadas con usos y convenciones que son casi tan importantes como dichas normas para el funcionamiento del sistema. Pero no lo es menos que no constituye una regla indiscutible de las democracias parlamentarias que el líder del principal partido de la oposición o, en general, los líderes de los distintos partidos con representación parlamentaria tengan que ser los portavoces de los respectivos partidos en el debate presupuestario. Es frecuente que así sea, pero no es una convención parlamentaria en el sentido estricto del término, esto es, una norma no escrita pero de cumplimiento inexcusable.

En España se trata de una cuestión sobre la que no sólo la Constitución y los Reglamentos parlamentarios no dicen nada sino en la que la práctica política ha sido variada. Felipe González no fue portavoz del PSOE en la oposición en ningún debate presupuestario. José María Aznar, por el contrario, sí fue portavoz del PP entre 1991 y 1996. Felipe González, sin embargo, sí se atrevió a presentar una moción de censura a Adolfo Suárez en mayo de 1980, examinándose ante el Pleno del Congreso de los Diputados como candidato a presidente del Gobierno, mientras que José María Aznar no se atrevió a hacerlo entre 1993 y 1996, a pesar de que estuvo conminando permanentemente a Felipe González a que se fuera. A nadie en UCD, entre 1979 y 1982, o en el PSOE, entre 1993 y 1996, se le ocurrió considerar que Felipe González en el primer caso y José María Aznar en el segundo habían vulnerado alguna regla el juego parlamentario y habían puesto con ello en cuestión su capacidad para ser el futuro presidente del Gobierno.

Es cierto que en Andalucía AP y PP sí han mantenido el criterio de que fuera su máximo dirigente el portavoz en el debate presupuestario y que, en consecuencia, Teófila Martínez va a ser la primera que rompe con dicho criterio. Pero ello no quiere decir nada más que se está rompiendo con un criterio, sin que tal ruptura suponga una vulneración de las reglas del juego parlamentario. No se pueden sacar las cosas de quicio.

Porque con ello además no se consigue nada bueno. El debate presupuestario es muy importante y, precisamente por eso, no debe ser oscurecido con una trifulca previa sobre quiénes deben participar en él. Uno de los mejores debates presupuestarios desde la entrada en vigor de la Constitución fue el de los Presupuestos Generales de 1997, los primeros presentados por el Gobierno del PP, y los protagonistas de dicho debate fueron Rodrigo Rato y José Borrell, que era en ese momento nada más que el portavoz socialista en la Comisión de Presupuestos. El debate fue magnífico, alcanzando una brillantez y una tensión política verdaderamente extraordinaria.

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Esto es lo que hay que buscar y es a lo que hay que estar atentos, dejándose de zarandajas. Los Presupuestos del Estado como los de la comunidad autónoma de Andalucía van a ser aprobados, porque ambos cuentan de entrada con una mayoría parlamentaria suficiente para ello. El debate, en consecuencia, no va a alterar el resultado de la votación. Pero puede y debe servir para hacer visible a la opinión pública la calidad del trabajo desarrollado por el Gobierno y la calidad de la alternativa que ofrece la oposición. Tanto el primero como la segunda tendrían que estar interesados en que ése fuera el eje del debate. Todo lo contrario de lo que hicieron hace unas semanas en Madrid y de lo que parece que van a hacer la próxima semana en Sevilla.

Los árboles de quienes van a ser los protagonistas del debate nos está impidiendo ver el bosque de lo que el Gobierno y la oposición realmente proponen. No es desde luego la mejor manera de conseguir aumentar el prestigio de la política y de acercarla a los ciudadanos. Sería bueno que todo el mundo recapacitara y que no se siguiera por esa vía. De no hacerlo, vamos a tener mucho ruido, pero pocas nueces.

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