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Promesas y realidades.

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Los resultados económicos suelen tener poco que ver con las promesas de los partidos. El Partido Popular no es un excepción a esta regla si recordamos lo que prometió -reducir la inflación, aumentar el ahorro y reducir la presión fiscal- y observamos los resultados. Si comparamos los niveles actuales de la inflación, el ahorro y la presión fiscal con los que se encontró el PP cuando llegó al Gobierno en 1996, comprobamos que se ha conseguido lo contrario de lo prometido. La inflación en España es ahora mayor que la que había en aquella fecha y, no sólo es superior a la media europea, sino que el diferencial con nuestros socios es mayor que el que había en mayo de 1996. El ahorro familiar ha ido deteriorándose a lo largo de todos estos años hasta situarse en un nivel tan bajo que la Fundación de las Cajas de Ahorro lo considera preocupante. En cuanto a la presión fiscal, esto es, el porcentaje de recursos que el Estado absorbe del sector privado, ha aumentado durante estos años de gobierno popular.Las razones que explican la divergencia entre lo prometido y la realidad son múltiples. En algunos casos se debe, simplemente, a que se ha hecho lo contrario de lo que se dijo. En vez de preocuparse de la inflación, el objetivo durante los últimos dos años fue el de inyectar alegría antes de las elecciones, añadiendo a una situación monetaria expansiva una expansión fiscal. En otros casos, la divergencia se explica porque las magnitudes económicas no dependen de un solo instrumento. Así, en el caso del descenso del ahorro familiar registrado en España en estos años, el error estuvo en prometer que la reducción de los impuestos sobre las plusvalías del capital aumentaría el ahorro, olvidando que depende de otras variables como, por ejemplo, los tipos de interés.

Sin embargo, el hecho de que un gobierno no consiga lo que prometió no tiene por qué ser siempre negativo. Así, aunque la presión fiscal ha aumentado en España durante el mandato popular, ello no significa necesariamente que ese aumento haya sido malo para el país. El error estuvo en vender que una presión fiscal baja es un indicador del bienestar de un país.

Aunque la presión fiscal sea mas alta ahora que con el gobierno socialista, ello no significa que el nivel de bienestar en España haya empeorado. La renta per cápita es mayor y éste es un mejor indicador del bienestar que la presión fiscal. El bienestar de los países nórdicos es muy superior al de España aunque su presión fiscal sea muy superior a la nuestra.

España no es una excepción en estas contradicciones entre programas y resultados. Gary Becker, en un artículo publicado en este periódico, explicaba cómo los partidos de izquierda han aplicado muchas veces una política económica más ortodoxa que los de derechas. El conservador Reagan se presentó a las elecciones como quien iba a reducir el déficit público y lo llevó al máximo de los últimos tiempos. También prometió que liberalizaría el comercio y, sin embargo, al acabar su mandato, el porcentaje de productos sometidos a restricciones comerciales había aumentado en un 15%.

La simplificación es una exigencia de la lucha política. No se consigue el poder con propuestas refinadas o presentaciones ponderadas de la situación económica. Pero el buen funcionamiento democrático exige que la opinión pública compare lo que se dijo con lo que se hace. A veces, como en el caso del aumento de la inflación en España, la divergencia entre lo prometido y lo conseguido debe subrayarse, y se debe exigir al Gobierno que se atenga a las promesas porque el aumento del diferencial de inflación perjudica a todos. Pero en otros casos no es necesario pasar factura a los gobiernos por no haber conseguido lo que prometieron, pues el problema no está en el fracaso de lo conseguido sino en la simpleza de lo prometido. Los que consiguieron entonces el poder con promesas simples ya están explicando ahora que la realidad es muy compleja.

mfordonez@teleline.es

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