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Una fiesta desapacible

Enric González

La fiesta popular de George W. Bush arrancó sin gran entusiasmo. El público no faltó, tampoco la música ni los carteles. Lo que fallaban eran los resultados, menos buenos de los esperados, y la temperatura.La campaña de Bush había confiado en el clima benigno del centro de Tejas y dispuso las celebraciones a cielo abierto; un grave error. Después de llover casi todo el día, la noche fue seca pero fría y ventosa, muy desapacible. Los puestos de cerveza, fajitas, hot-dogs, hamburguesas y pizza se guarecían con plásticos.

Las tres pantallas gigantes de televisión, a través de las cuales las 10.000 personas congregadas debían seguir el discurso (de triunfo o de derrota) de George W., temblaban con las ráfagas de viento.

Las actuaciones anunciadas no se correspondían con la fama de Austin como una de las capitales del rock sureño. Para cerrar la fiesta, se había previsto un espectáculo de fuegos artificiales en torno al Capitolio, que es una réplica estilizada del de Washington.

Bush sólo tenía previsto comparecer cuando hubiera resultados fiables y hubiese concluido su fiesta privada.

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