Clases altruistas a domicilio
Paloma Arranz, voluntaria de la ONG Save the Children, enseña a una niña enferma
Paloma Arranz es una madrileña viajada y enamorada de la Pedagogía, carrera que comenzó y de la que llegó a hacer prácticas en el Colegio Español de Marruecos, país en el que pasó cinco años con su marido y en el que hizo sus primeros "pinitos solidarios". A través de su pareja, que trabajaba en la Escuela Privada de los Padres Salesianos y colaboraba en la ONG Madre Selva, que centra sus operaciones en Latinoamérica, Paloma comenzó a desarrollar tareas como voluntaria, algo que ya no abandonó cuando hace dos años decidió regresar a España."Llegué a Sevilla y me enteré por la prensa que la ONG Save the Children necesitaba voluntarios para impartir clases a niños que por padecer una enfermedad no podían ir al colegio o veían interrumpido su proceso de escolarización. No me lo pensé. Me puse en contacto con ellos y aquí sigo", recuerda.
En este tiempo, Paloma ha tenido a su cargo a una niña enferma que presenta un complicado cuadro médico, casi desde su nacimiento, que le obliga a pasar periodos hospitalizada. "Hasta la semana pasada estaba bien e incluso se quedaba en el colegio a comer, pero tuvo una crisis y de nuevo está hospitalizada", dice sin que le acompañe su eterna sonrisa. "Pero está mejorando y pronto volverá a casa". La casa es la de Tania, una niña "muy sociable pese a sus circunstancias", matiza Paloma, que ahora tiene nueve años y está cursando tercero de ESO.
"El primer año que estuve con ella permaneció internada en la UCI y perdió el curso. Yo estaba recién llegada a la ONG y la verdad es que me costó un poco porque ella no tenía la base necesaria ni yo la experiencia. Fue un verdadero reto", rememora. Un reto que entonces ganaron pero que esta voluntaria asegura quiere mantener hasta el final, es decir, hasta que Tania mejore y su ayuda sea ya innecesaria: "Soy partidaria de seguir con el niño hasta que éste se recupere, porque no sólo eres su profesor unas cuantas horas a la semana, sino que te conviertes en su amigo y confidente".
Cada voluntario de Save the Children dedica un promedio de cuatro o cinco horas semanales, repartidas en dos días, a su alumno. Principalmente se tratan de niños que, como Tania, ven continuamente interrumpido su proceso de escolarización a causa de sus enfermedades. Estos casos son canalizados por la Consejería de Educación a Save the Children, organización con la que mantiene un convenio de colaboración para garantizar que estos niños no vean interrumpida su educación.
"La Consejería nos brinda los recursos necesarios para aplicar nuestros planes de educación a domicilio y también contamos con el apoyo de los centros escolares donde estudian, a los que informamos de los progresos que experimentan los niños a nuestro cargo para su posterior evaluación", explica José María Santero, responsable de la organización en Sevilla.
El caso de Tania es uno de los aproximadamente 300 que en este momento se engloban dentro del programa de educación a domicilio en toda Andalucía. Un número de voluntarios que, aunque elevado, nunca es suficiente, según comenta Santero. "Hay niños con enfermedades que tienen un principio y un final, como los casos de niños accidentados con traumatismos que les apartan temporalmente del colegio. Entonces llega un momento en que nuestra ayuda se hace prescindible. Pero en otros casos, como los de niños con enfermedades oncológicas, no sabemos hasta cuándo nos van a necesitar".
Ése es el caso de Paloma y Tania. Las complicaciones que padece derivadas de su enfermedad hacen que ni los médicos que la tratan sepan cuándo podrán atajar sus males. "Cuando era pequeña decían que había que esperar a que se desarrollase y en esas estamos", afirma Paloma, quien en estos dos años se ha convertido en un gran apoyo para la madre de Tania.
"En un día bueno, Tania va al cole normalmente. Por la tarde llamo y sobre las 17.30 me llego a su casa. Pero nada más llegar no puedes ponerte a hacer los deberes. Primero escucho su relato de la jornada, e incluso acabo tirada en la alfombra jugando a las nancies con ella antes de empezar las clases", relata Paloma, para quien Tania es antes su "niña" que su alumna. Y como tal, no duda en compartir su ocio con ella. "Más de un sábado me la he llevado a pasar el día entero por ahí, una especie de actividad extraescolar. La familia confía plenamente en mí y yo por mi parte me he informado sobre cómo actuar si a Tania le sobreviene una crisis. Me sé su historial médico, conozco el tratamiento que sigue y estoy preparada para reaccionar. Dejo de ser maestra para ser un miembro más de la familia".
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