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Prohibido prohibir

Juan José Millás

La ya famosa "orden del recreo" no salió para arreglar nada, sino para estropearlo todo. Los institutos habían llegado a un acuerdo tácito o quizá explícito, no sé, con sus alumnos y las cosas funcionaban bien, puesto que no habíamos leído en la prensa que se produjera ningún drama porque los chicos salieran o dejaran de salir a comprarse un bocadillo. Pero a la Consejería de Educación debió de parecerle que había calma chicha y sus responsables pensaron que era preciso provocar un poco al personal. ¿Y cuál es la mejor manera de provocar a un adolescente? Pues prohibiendo algo innecesario. No se ha inventado aún nada más eficaz.74.000 alumnos de instituto hicieron huelga, pues, el pasado martes. Y sin pedir permiso a nadie. A esas edades, como ustedes comprenderán, ya no piden permiso para ir a la huelga. Sería casi tanto como pedir permiso para pedir permiso. Varios padres me han comentado que sus hijos, a los que jamás se les había ocurrido salir a la calle durante el recreo, se pasan el recreo en la calle desde la resurrección de la maldita orden. Han conseguido abrirles las ganas de hacer algo que nunca les había llamado la atención. Todo un éxito de la Consejería. Y de la circular. Y mientras 74.000 hacían huelga, otros dos mil se manifestaban frente a la Consejería de Educación. Estos dos mil tampoco pidieron permiso a nadie para manifestarse, ni para coger el metro o el autobús. Se fueron porque sí, porque les dio la gana y porque no hay modo de impedir que un adolescente haga algo completamente normal. Lo anormal es la circular provocadora que ha creado un problema donde antes no había ninguno.

Pese a todo, un dirigente rancio (viva la redundancia) de las Nuevas Generaciones del PP, afirmaba que la manifestación se había saldado con un "estrepitoso fracaso" (de dónde sacarán estas aliteraciones típicas de un subsecretario de Interior). Y estaba muy contento el chico por el "estrepitoso fracaso", porque a las nuevas generaciones del PP les gusta, como es lógico, que les prohíban todo el rato cosas. Para eso están los mayores, se dirán, para prohibir. Si no nos reprimen ahora, de mayores tampoco sabremos reprimir nosotros y qué sentido tiene la vida sin sus represiones, etcétera. Ya desde pequeñitos tenemos nuestro carácter y nuestras inclinaciones, en fin. Viva el orden.

Y a todo esto, ¿qué decían los manifestantes? Decían que los institutos no son cárceles. Y que más educación y menos represión. A lo mejor ésta es la clave del asunto. A lo mejor los institutos tienen problemas verdaderos cuya atención se intenta desviar con problemas falsos. En tiempos de Franco, cuando un partido clandestino convocaba una manifestación contra la dictadura, el ministerio del Interior lanzaba octavillas firmadas por organizaciones perseguidas convocando a la gente para pedir la soberanía de Gibraltar. Muchos ingenuos iban a la manifestación de Gibraltar en lugar de a la otra y de ese modo se dividían las fuerzas.

Es justamente lo que ha hecho Piqué esta semana para salir al paso de las contradicciones perpetradas con el submarino Tireless. En lugar de preocuparse por el submarino, dijo que estas cosas no pasarían si Gibraltar fuera español. Tampoco pasarían si no se hubiera inventado la energía atómica, hombre de Dios. Pero resulta que hay energía atómica. Lo que no debería haber son gobernantes que frente a un problema de ese calibre se ponen a cantar La vaca lechera o Yellow submarine.

Quiere decirse que quizá la Consejería de Educación tiene un Tireless peligrosísimo aparcado donde no debe y para despistar ha lanzado la "orden del recreo". Con ello ha conseguido que se pierdan clases, que se cree mal ambiente en los institutos y que muchos padres, cuyos hijos estaban encantados de pasar su tiempo de recreo en el patio del instituto, se tengan que preocupar ahora de que sus hijos, por el mero hecho de desobedecer la orden, salgan a la calle.

Yo sugiero a estos señores tan listos de la Consejería de Educación que si quieren ayudar al Gobierno económicamente lancen otra circular prohibiendo, por ejemplo, fumar en los institutos. Habida cuenta del dinero que el Estado recibe cada vez que compramos un paquete de tabaco, recuperarían en dos días lo perdido por la adjudicación gratuita de la telefonía móvil.

La clave de todo está en prohibir. Parece mentira que viniendo de donde venimos y yendo a donde vamos no se nos hubiera ocurrido mucho antes. Lo que hace falta es que sea para bien.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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