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Prioridad equivocada

Joaquín Estefanía

El debate entre los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos sobre cómo gastar los beneficios de diez años de crecimiento económico, ha sido muy interesante durante toda la campaña. Gore y Bush han reflejado en este caso dos maneras de entender la sociedad. Los números son apabullantes en términos de inflación, creación de empleo y superávit presupuestario. En el año fiscal concluido el pasado mes de septiembre, Estados Unidos ingresó 237.000 millones de dólares más de lo que gastó. Éste ha sido el tercer año consecutivo con superávit público.No era eso lo que se esperaba hace ocho años de un presidente demócrata como Bill Clinton. Cuando en enero de 1993 entró en la Casa Blanca, sus críticos repúblicanos previeron que, siguiendo la estela keynesiana, Clinton y su equipo subirían los impuestos y los gastos, y multiplicarían el déficit (en realidad, el que incrementó el gasto -el gasto militar, sobre todo- y subió el déficit con una maestría asombrosa fue el neoliberal Ronald Reagan). La Oficina Presupuestaria de la Casa Blanca hizo en aquellos momentos una proyección del déficit presupuestario al final de siglo: 357.000 millones de dólares. Según el mismo organismo, entre 1999 y 2003 EEUU acumularía un déficit por valor de 2,1 billones de dólares. La realidad es justamente la contraria.

Ante la hipótesis de que Bush gane las elecciones, trescientos economistas, entre ellos nueve premios Nobel (Arrow, Klein, Modigliani, North, Samuelson, Sharpe, Simon, Solow y Tobin) han hecho público un manifiesto en el que se oponen a su propuesta de recortes fiscales a gran escala. Por cuatro motivos. En primer lugar, las cifras no cuadran: los costes de los recortes fiscales, combinados con los incrementos de gastos propuestos, agotarían con mucho el proyectado superávit independiente de la Seguridad Social y el servicio de atención sanitaria. En segundo lugar, porque como cualquier previsión a largo plazo los cálculos de superávit sostenido durante los próximos diez años son, en el mejor de los casos, suposiciones; si no se produjese dicho superávit, los recortes fiscales de Bush significarían la vuelta a la era de los déficit corrientes crónicos para cubrir los gastos de funcionamiento habituales del Gobierno federal, y reduciría la capacidad de éste último para mantener las prestaciones futuras de la Seguridad Social y atención sanitaria.

En tercer lugar, porque según estos economistas un gran recorte de impuestos es una prioridad equivocada. El manifiesto dice: "Incluso después de una década de sólido crecimiento económico, siguen sin cubrirse importantes necesidades públicas. Entre ellas, la inversión en educación, sanidad, investigación básica y otras áreas esenciales para la prosperidad y el bienestar social a largo plazo. El recorte de impuestos de Bush dejaría poco margen para dichas inversiones". Por último, los economistas entienden que tal rebaja de impuestos supondría un traslado de rentas hacia las personas de rentas más elevadas, "ya que son las que más se han beneficiado de la actual expansión económica"; estos beneficios fiscales adicionales para los ricos se conseguirían a expensas de los estadounidenses con ingresos medios y bajos. "Emplear en estas familias el superávit esperado, como propone el vicepresidente Al Gore, tiene más sentido".

Los economistas en cuestión (también están Aaron, Blinder, Carnoy, el viejo Galbraith, Heilbroner, Kindleberger, Rostow, John Williamson -el creador del concepto consenso de Washington- etcétera) llegan a una conclusión plena de sabiduría: la previsión de un superávit sostenido, en caso de materializarse, proporciona a Estados Unidos la oportunidad de invertir en su futuro y de ayudar a más ciudadanos a participar de la prosperidad.

¿Se puede trasladar esta polémica a otros países, por ejemplo a España, y no dar por supuesto lo que es ideología, o es políticamente incorrecto y no se debe?

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