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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Cordura

En una reciente entrevista por televisión, Fernando Savater habló, entre otras cosas, de su vulnerabilidad frente a los desvaríos de los terroristas. Se le preguntó si tenía miedo al sentirse destinatario de las iras de la barbarie, a lo cual, contra todo pronóstico de aquellos que exigen lo divino a todo lo humano que goza de notoriedad, Savater respondió: "Claro que tengo miedo. Soy una persona bastante cuerda". Al margen de toda la hondura expresada con un cierto sentido del humor y, sobre todo, del sentido común que emanan de la respuesta, lo absolutamente cierto, lo terriblemente cierto es que Fernando Savater tiene miedo.Momentos después de complacerme con estas palabras, de esbozar incluso una sonrisa de complicidad, me trasladé sobrecogido al patio interior de la sede de la UIMP en Valencia unos años atrás. Savater acababa de intervenir en un ciclo de conferencias y se hallaba sentado en una mesa de la cafetería del lugar. Tras haberle escuchado con placer (soy un antiguo devorador de su pensamiento), me acerqué a él para hacerle unas preguntas sobre su charla y, a la vez, expresarle mi agradecimiento por ser una de las luces que alumbran mi camino. Me atendió con cordialidad y me dio muestras de su generosidad intelectual y humana, pero también es cierto que la zozobra pudo apoderarse de él cuando vio que un desconocido se le acercaba.

¿Cómo es posible que una declaración de admiración, como la que yo pretendía transmitirle, pueda llegar a interpretarse, por causa de la irracionalidad que enrarece la convivencia en nuestros días, como una posible amenaza de muerte? Si esto puede ocurrir a personas como Savater, que propone como única norma el respeto, si hay ciudadanos que mueren por no estar en el mismo redil que las ovejas nacidas con el don de poder exhibir manchas pintorescas en su pellejo, es porque hay algo que no funciona, algunas cosas que no funcionan, y convendría de una vez por todas revisarlas, ya que no es admisible que un problema de tal envergadura lleve treinta años enquistado.- F. Ferrandis. Valencia.

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