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Barak evita las elecciones anticipadas y aplaza la formación de un Gobierno de unidad

El primer ministro israelí condena la violencia de Arafat y le invita a seguir negociando

El primer ministro Ehud Barak lanzó ayer, a medio camino entre la reconciliación y la amenaza, una advertencia al presidente Yasir Arafat, asegurándole que "no conseguirá nada con la violencia" y conminándole a volver a las negociaciones "en torno a una mesa, no en las calles y no con tiros y piedras". El mensaje pacificador del jefe del Gobierno israelí, pronunciado con ocasión de la apertura del año legislativo en el Parlamento de Jerusalén, fue facilitado por el respaldo del grupo Shas. Barak evitó mencionar en su discurso la formación de un Gobierno de emergencia con la derecha de Ariel Sharon.

El discurso pacificador de Barak se concretó además en el encargo al titular de la cartera de Cooperación Regional, Simón Peres, de que se entreviste con Arafat para intentar poner fin a la espiral de violencia. Son pruebas de que las negociaciones con la derecha nacionalista del partido Likud para formar un Gobierno de unidad nacional a cambio de congelar el proceso de paz habían fracasado. A cambio, Barak ha logrado de manera precipitada el apoyo durante un mes de los 17 diputados del partido ultraortodoxo religioso Shas, que se han mostrado siempre mucho más tolerantes con respecto al proceso de paz y a un acuerdo con los palestinos.El primer ministro Ehud Barak deberá abonar a los religiosos de Shas una factura más moderada que la exigida por Ariel Sharon, el líder del Likud, por un mes de tranquilidad política, ya que sólo deberá congelar la revolución laica, paralizar el desmantelamiento del Ministerio de Asuntos Religiosos y evitar un Gobierno minoritario con las fuerzas laicas de Shinui y Meretz. El Gobierno de Ehud Barak se mantiene desde ayer con el soporte parlamentario de los 17 diputados de Shas, a los que se suman sus 26 diputados laboristas, más seis del Partido de Centro y ocasionalmente los diez de Meretz, los seis de Shinui y otras fuerzas afines laicas, lo que se traduce en una cómoda mayoría en un Parlamento de 120 escaños.

Precio desgarrador

"Tú debieras saber que no conseguirás nada con la violencia", aseguró ayer Ehud Barak dirigiéndose a Yasir Arafat, desde el Parlamento de Jerusalén. El jefe de Gobierno israelí advirtió sin embargo al líder palestino que debía darse prisa para aprovechar esta posibilidad, ya que "la ventana de la oportunidad a través de la que nosotros operamos se está cerrando". Barak trató también de establecer un diálogo directamente con el pueblo palestino, al que anunció: "Estamos dispuestos a hacer realidad una parte de sus sueños, incluso si es necesario pagando un precio desgarrador por ello". Pero al mismo tiempo el primer ministro israelí tuvo especial cuidado en acotar estas hipotéticas concesiones, asegurando que no estaban dispuestos a ceder "intereses vitales, como la cuestión de los lugares santos", en una referencia a Jerusalén Este."Yo creo que la paz volverá, aunque se necesite tiempo", afirmó como conclusión Barak en un discurso jalonado de interrupciones de los parlamentarios árabe-israelíes que pedían explicaciones sobre la muerte de 13 niños árabes por disparos de la policía en la revuelta interna, acaecida hace tres semanas en Galilea.

Mientras el Gobierno de Ehud Barak lograba ayer, aunque fuera temporalmente, la tranquilidad en el frente político, continuaba abierta y sangrante la confrontación con los palestinos. Una "guerra de baja intensidad" se ha instalado en los frentes tradicionales de Gaza, Ramala, Nablús o Beit Yala, al tiempo que empiezan a aflorar los primeros síntomas de una peligrosa e inquietante "guerra sucia", en la que se encuentran empeñadas unas milicias clandestinas invisibles, cuyos únicos rastros y trazas son los cadáveres o los tiroteos.

En las últimas horas, en el campo de batalla de esta "guerra sucia" se localizaban al menos tres cadáveres; el de un policía palestino cerca de Nablús, el de un judío ortodoxo israelí en los alrededores del barrio de Gilo en Jerusalén y el de un emigrante ruso en Ramala.

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A estos hallazgos se sumaron dos tiroteos; el primero fue en las puertas del hospital Victoria cerca del Monte de los Olivos, donde un israelí disparó desde su coche contra un trabajador árabe, hiriéndole en la cabeza. La réplica no se hizo esperar, dos israelíes, guardas de seguridad de una empresa privada, fueron tiroteados en Jerusalén Este; uno de ellos murió en el acto. Un grupo desconocido, los Mártires de la Sublevación de l'Aqsa, reivindicaban desde Beirut este último atentado. La respuesta israelí fue el bombardeo de dependencias del partido Al Fatah en Nablús, Ramala y en los alrededores del campo de refugiados de Januines, también en la franja de Gaza.

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