Retorno a los orígenes

Hacía tiempo que no oíamos a Carmen Linares en un recital puramente jondo como el que anoche ofreció en el Coliseum, echando mano de los estilos flamencos más genuinos, que ella conoce a la perfección como ya tenía sobradamente demostrado.Porque Carmen, evidentemente, nunca ha sido una cantaora conformista ni acomodaticia. Bien al contrario, su inquietud permanente la ha llevado a participar en las más diversas experiencias musicales, algunas incluso un tanto alejadas del flamenco, otras bastante arriesgadas, cuando hace años ya alcanzó en el arte un estatus que le hubiera permitido vivir confortablemente haciendo más o menos siempre lo mismo.

En este concierto la de Linares ha vuelto a los estilos añejos, los de toda la vida, como si quisiera recordarnos que no los ha olvidado. Efectivamente, Carmen Linares no ha olvidado nada, y en este retorno a los orígenes personal pasa por los estilos con autoridad, una voz cuajada de flamencura y un sentimiento jondo que hace su cante plenamente válido. Incluso en su repertorio de anoche hubo algún estilo que, siendo auténticamente ortodoxo e incluso uno de los que tienen mayor carga histórica -o quizás por eso mismo-, ya hacen muy pocos cantaores, como es la caña. Carmen la cantó con entrañamiento y convicción, con un conocimiento muy acentuado de las peculiaridades de un género cuya ejecución implica ciertamente serias dificultades.

Hizo otros estilos de gran responsabilidad, como esas dos columnas vertebrales del cante que son las soleares y las siguiriyas. Singularmente en éstas, Carmen Linares dio un testimonio palmario de sabiduría cantaora, aunque en el remate tuvimos la impresión de que hubo una ligera caída que retrasó perceptiblemente el aplauso del público.

Por tarantas y cartageneras, las más bellas formas de la familia de los cantes minero-levantinos, la cantaora se produce siempre con magisterio, pues son géneros en los que se le puede considerar verdadera especialista por ser también los de su lugar de nacimiento, la rica zona cantaora de Linares (Jaén).

En los tientos, igualmente, un palo que hacen casi todos los cantaores, pero que la mayoría convierten en una monserga monocorde, Carmen demuestra su sensibilidad dándole ese mecido enormemente melodioso que lo convierte en un estilo importante. En otros géneros la cantaora se mostró más convencional: las alegrías y los tangos, por ejemplo. Fueron muy agradables sus aires lucenses y rondeños, y en las bulerías siempre acredita dominio, seguridad y brillantez.

Acompañada por tres tocaores seguros y que se acoplan muy bien con la cantaora -casualmente, los tres granadinos-, a veces tocando juntos y otras alternativamente en solitario o en dúo, Carmen Linares demuestra siempre saber rodearse de profesionales competentes y de gran solvencia.

Los tres estuvieron a la altura de la cantaora, perfectamente atentos al cante y sabiendo dar en cada momento los tonos adecuados. También hicieron unos temas en concierto que agradaron.

Noche de triunfo de esta notable cantaora, pues, con un público dispuesto a aplaudir y que aplaudió con entrega. Aunque, no sabemos por qué, curiosamente no escuchamos ni un solo olé durante el cante. Gustó la cantaora, pero hubo como un cierto distanciamiento que se tradujo, quizás, en la ausencia de esas manifestaciones de entusiasmo frecuentes en el flamenco.

El público le era adicto, sin embargo, pero nos tememos que no fue completamente justo con la cantaora. Personalmente, pienso que esta vuelta de Carmen Linares a los orígenes de su carrera, cuando éste era el cante que hacía y en el que se labró un sólido prestigio con mucho esfuerzo y una gran pasión, ha sido una experiencia sumamente interesante.Desconocemos qué será lo próximo que nos ofrezca esta cantaora, sin duda muy significativa en la etapa actual del flamenco.