No hay en España, lerén...
Sucede con frecuencia que los cancioneros de literatura oral obvian las explicaciones necesarias acerca del contexto en que se sitúa -o situaba- cada texto. Tendremos con ellos hermosos monumentos de la memoria verbal colectiva, pero no instrumentos válidos para reconstruir y, eventualmente, rehabilitar sus concretas aplicaciones. Esto es particularmente lamentable en lo que se refiere a los juegos, pues con el texto solo no hay forma de reconstruir nada.Empezaremos a ocuparnos hoy de los juegos infantiles de pelota. En estos tiempos de fútbol y otros deportes pasionales, van quedando cada vez más diluidos estos juegos básicos, que ya practicaban los antiguos y que dejaron un notable rastro en la Andalucía romana, si nos atenemos al testimonio, precioso como todos los suyos, que proporciona Rodrigo Caro en su nunca bien ponderado Días geniales o lúdicros (1626), -hay edición de Espasa Calpe, 1978 y otros. Ver tomo II, pp. 31 y ss.- acerca de los diferentes juegos que con este elemento se practicaban en la antigüedad, algunos de ellos claros antecedentes de los actuales.
Los juegos infantiles de pelota (generalmente femeninos) se dividen en dos grandes grupos: los de botar contra el suelo pasando la pelota por debajo de una pierna al tiempo de ciertas palabras, y los de botar contra la pared, y recibir la pelota, haciendo habilidades intermedias. Pierde quien no realiza esas habilidades a tiempo o se deja ir la pelota.
Hoy empezaremos a recordar, con la mayor precisión posible, algunos de aquellos sencillos juegos que, acompañados de un largo recital de tonadas, normalmente melopeas semicantadas, ocuparon largas tardes, bien fuera en la penumbra del zaguán, cuando el verano, bien a los soles de invierno y primavera. Todavía hoy, aunque residualmente, se les puede ver y escuchar en algunos lugares.
En la campiña sevillana todavía se recogen con facilidad letras como ésta: "Apasa puente / me ha dicho la corriente / que no le diga a nadie / lo que ella siente". (La pelota se pasará por debajo de las piernas alternativamente). Y este otro, verdaderamente sorprendente, por lo que enseguida se echa de ver: "No hay en España, lerén /, puente colgante, lerén, / más elegante, lerén, / que el de Bilbao, riau, riau. / Porque lo han hecho, lerén, / los bilbaínos, lerén, / rico y muy fino, lerén, / y resalao, riau, riau. (En cada "lerén" y "riau-riau" se pasa la pelota por debajo de la pierna). Ya lo ven: España y Bilbao, cómo no, en la unidad más profunda que existe: la del folclore.
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