Cien mil 'boixos nois'
Al ser invitado a comentar los 100 primeros días del mandato del señor Joan Gaspart, me quedé por momentos sorprendido, me di cuenta de que aún no me he habituado a verle como presidente del Barça. Con Gaspart me sucede algo parecido a lo que me ocurre con Josep Piqué, al que sigo viendo como amigo de Javier de la Rosa y no como ministro de Asuntos Exteriores. Ese ministerio lo he visto siempre, incluso en tiempos del franquismo, como algo diferente a los demás ministerios, un cargo elegante y hasta deseable. Veo a Piqué despachando en la sede del PP en Cataluña y se me ofusca el entendimiento. Con Gaspart me ocurre otro tanto, quizá estoy demasiado acostumbrado a verle como vicepresidente desquiciado en el palco, siempre camino de los lavabos. A veces, sin embargo, me acuerdo de pronto de que es presidente. Me acordé de que lo es cuando me invitaron a hablar de los 100 primeros días de su mandato, del mismo modo que también me acordé de que lo era cuando, durante el Barcelona-Madrid del otro día, vi esa turbadora imagen que sitúo en el corazón mismo de estos últimos 100 días del barcelonismo: Núñez convertido en un sombrío comentarista radiofónico junto a José María García. Esa imagen me devolvió imprevistamente a la nueva realidad, esa que nos dice que ha habido realmente un cambio en la presidencia del Barça.Decía Kafka que como las cosas no podían ir a peor, mejoraron. Y eso es lo que puedo decir de estos primeros 100 días de Gaspart. Estaba todo tan mal que era imposible que lo estuviera más. Así pues, hemos mejorado. Al menos ahora, con el cambio de estilo -más distendido y rialler-, de cada año que sufrimos los que amamos al Barça brota un mar de ternura. Nuestro club vuelve a ser un ser querido, por fin de nuevo un ser frágil, en deriva feliz. Hay sintonía con el frágil nuevo entrenador y amable estupor ante la fantasmal junta de 85 directivos. Al igual que en los felices tiempos de antaño, ganar al Madrid vuelve a ser lo único que realmente importa, nos hemos desprendido por fin de la excesiva ambición de Cruyff. Un desastre estupendo que nos ha permitido descubrir la gran calidad humana de la mejor afición del mundo, convertida de la noche a la mañana en una afición linchadora y brutal, 100.000 boixos nois, 100.000 socios desquiciados camino de los lavabos en deriva riallera, 100.000 marginales papagayos azulgrana. Tenemos al presidente que merecemos. No importa que los jugadores abrazaran a Figo al final del partido. El Barça, Gaspart y yo somos así, señora.
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