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Más albañil que piloto

Txus Jaio, protegido de Sainz y hasta ayer aspirante al título español de rallies de tierra, vive del andamio

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Talento y millones

Elegido entre 1.600

Hay orígenes que marcan. Txus Jaio estrenó su inclinación por la velocidad dibujando cabriolas con un Seat 850, la modestia hecha vehículo. Tenía 14 años y se amparaba en la quietud del caserío familiar en Markina, donde improvisó la que sería la combinación de su vida: lo mecánico y lo rural. Ahora pilota una máquina de 40 millones de pesetas, cortesía de Ford, es el protegido de Carlos Sainz y ha estado a un paso de convertirse en campeón de España de rallies de tierra. Pero sigue instalado en la precariedad; relativa si se quiere, puesto que corre para el mejor equipo del país. Con todo, su futuro es tan incierto como improbable parecía el tránsito del 850 al Ford, del juego adolescente al semiprofesionalismo actual.Para empezar, Txus Jaio (25 años) es más albañil que piloto. Come de su puesto de peón en la empresa de su padre y el volante es una ocupación de fin de semana de la que no extrae ningún beneficio económico. De hecho, entre semana no conduce otra cosa que las herramientas de su trabajo, mientras su coche es revisado en Inglaterra por un pelotón de mecánicos e ingenieros: "Es un chollo correr para un equipo solvente, porque lo normal es que tengas que pagártelo de tu bolsillo, algo impensable salvo si eres millonario", explica Jaio. El chollo nació de la casualidad y creció al amparo de la naturalidad con la que Jaio se maneja dentro y fuera de los circuitos.

Poco después de obtener el permiso de conducir, se dedicó al autocross, saltó al asfalto con un Citroën AX y se dejó los ahorros en un Ibiza para correr en tierra. Trataba de competir de la forma más seria posible, apoyándose en medios artesanales y asido a la buena voluntad de amigos como Borja, su copiloto improvisado.

Pero su afición no pasaba de eso. Parecía imposible sacudirse la impronta de sus orígenes y su destino observaba los límites que imponen la falta de medios. Ni siquiera pasó por la escuela de los karts: "Allí corren los hijos de los pilotos, pero en mi casa no había ninguna tradición de este tipo".

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Cuando Carlos Sainz organizó un concurso de selección de jóvenes talentos, Jaio miró hacia otra parte; su copiloto, más decidido, lo inscribió. Viajaron juntos al circuito del Jarama y Jaio regresó con un puesto en su actual equipo, privilegio compartido por dos pilotos más, los mejores entre los 1.600 candidatos a las plazas. Fue hace tres años y el cambio fue tan brusco que obligó a Jaio a revisar sus prioridades: decidió que seguiría en los andamios y bien cerca de los suyos. No cayó en triunfalismos y se aplicó en manejar con naturalidad los compartimentos de su recién estrenada situación. El orden de su vida, de apariencia serena, saltó en pedazos hace un año. Su hermano, de 20 años, falleció al volante cuando se dirigía a animarle en una competición. De golpe, perdió a su copiloto del día a día, su "caja de confidencias", una metáfora pronunciada por su madre.La fractura emocional le alejó un tiempo de todo, del coche principalmente. Para encontrar una razón de peso que le permitiera regresar echó mano de la huella trazada: su familia vive su carrera deportiva como una ilusión propia, un bien colectivo e inmune al drama. Perder el volante le hubiera acercado definitivamente a los andamios, donde la vida discurre sin tanta velocidad.

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