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"El mundo irreal de la ópera no hace feliz", afirma María Bayo, que debuta mañana en el Real

La soprano navarra canta 'Manon', de Jules Massenet, con Sutej a la batuta

María Bayo sigue la estela de la mejor tradición de cantantes españolas. Ella ha tomado ese relevo cauta y prudente, pero a paso firme, y hoy está considerada una de las mejores sopranos mozartianas del mundo. Sus sudores le cuesta estar arriba a esta navarra de Fitero, de 39 años, que mañana debuta en el Teatro Real de Madrid con la ópera Manon, de Jules Massenet. La gloria y el divismo no le han arrancado de la realidad: "Me gusta ser diva en el escenario, pero no hay que olvidarse de la vida normal porque el mundo irreal de la ópera no te hace feliz", dice.

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Mata estos días un catarro traidor y mercenario con la ayuda de batallones de kleenex aliados y bajándose al mercado antes de los ensayos, para los que se ha pasado un mes en Madrid, a por fruta y verdura. Muy sana. "Hago la compra todos los días", dice María Bayo, de quien las crónicas nos han contado sus triunfos en los templos mundiales de la ópera, desde el Festival de Salzburgo, donde asombra con sus damas mozartianas, a La Scala de Milán, el Covent Garden de Londres o el Metropolitan de Nueva York. "Aprovecho cuando estoy en España para comer muchas frutas, verduras y marisco, que me encanta. No soy muy carnívora, pero los cantantes necesitamos energías y hay que comerla también", dice esta mujer menuda, risueña, que se mete generosa en la conversación agarrándose las rodillas con las dos manos. Así va por la vida, borracha de naturalidad, esta figura mundial del canto que sigue la senda que han marcado anteriormente otras grandes cantantes españolas de todas las cuerdas, desde Montserrat Caballé y Victoria de los Ángeles a Teresa Berganza o Pilar Lorengar. "No puedo estar desconectada de la vida. Mi familia, mis amigos me ayudan a seguir con los pies en la tierra, porque en este mundo de la ópera vives esas atmósferas de halagos constantes y de vida errante que no te llenan. Además, a mí me gusta dar la talla en el escenario, transmitir sentimientos vitales y necesito mantener el realismo para dar esas sensaciones porque las aprendes en la calle", cuenta. "El divismo sigue existiendo y es normal. Yo trato de demostrarlo sólo en el escenario. Me pagan para eso. Intento, de todas formas, que no aparezca en mi vida, pero comprendo que le afecte a mucha gente, porque tampoco nosotros somos normales, no llevamos una vida normal, trabajamos mucho y ponemos barreras para que no nos afecten determinadas cosas. Somos hipersensibles y tratamos de que ciertas circunstancias no se inmiscuyan en nuestro arte".

Devoción

Pero, aun así, aunque haya que sobrevivir en esa vorágine que afecta a su vida personal -"por ejemplo, he decidido por el momento no tener hijos porque pienso que para ello hay que dedicarse a fondo", confiesa-; aunque haya que saltar de hotel en hotel, "vivir yo no vivo en ningún sitio", dice; no cambia su pasión por la música por nada. "Hago lo que adoro. No tengo una profesión, tengo una devoción porque me sacrifico mucho, pero cuando salgo al escenario se me olvida todo".Así le pasará desde mañana hasta el 16 de noviembre, durante siete días de función alternos en el Teatro Real, con su Manon. Un papel para el que la acompañan los tenores William Joyner y Jianyi Zhang o el barítono santanderino también triunfador por esos mundos que es Manuel Lanza, debutante asimismo en el teatro madrileño. Con Nicolas Joël en la dirección de escena y Vjekoslav Sutej en el foso musical al frente de la Orquesta Sinfónica de Madrid.

La ópera, una de las cumbres de Massenet y el repertorio lírico francés, junto a Werther, por ejemplo, la conoce bien Bayo. Cuenta la historia de Manon Lescaut, uno de los volúmenes de Memorias y aventuras de un hombre de calidad, del abate Prevost, y refleja el mundo decadente del reinado de Luis XV en Francia. También Puccini escribió su versión de la ópera en 1893, sólo nueve años después de que Massenet estrenara la suya. "Lo hice hace tres años en Bilbao y es un papel complejo, con muchos matices, una variada paleta con todos los colores", dice Bayo. De hecho, es la más completa de las heroínas seductoras que aparecen en la obra de Massenet, un músico en cuyas partituras muchos estudiosos han visto cualidades afrodisiacas, algo que sostiene el ensayista Haverlock Ellis en su obra La psicología del sexo. "Hombre, tanto como afrodisiacas no diría yo, pero románticas exacerbadas, sí", replica la cantante. "Es un personaje que va desde la niña inocente pero pillina del principio a la gran dama y la joven enamorada y viciosa del juego de la vida. Es muy largo, alterna momentos alegres con otros muy traumáticos y necesitas una extensión vocal muy completa. Yo lo comparo en dificultad con una Violeta de La traviata", explica. Y eso que ella nunca se ha metido en la piel del mítico personaje verdiano. "No lo he cantado nunca en público, pero lo he estudiado", asegura. Antes de atreverse con él, duro trance y definitiva prueba de fuego para una cantante, quiere probar con la Mimi de La bohème, que ya ha hecho en Francia, y con la que aparecerá en el Liceo próximamente. Después de eso poco la quedará por demostrar, aunque de dormirse en los laureles no quiere ni oír hablar: "Es muy difícil llegar, pero mantenerse arriba es mucho más duro todavía".

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