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Tribuna:LA SITUACIÓN EN EL PAÍS VASCO
Tribuna
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Tira y afloja

Antonio Elorza

Decíamos ayer: de evitar su conversión en un acto de homenaje político al lehendakari, la manifestación institucional prevista para el pasado sábado podía ser la última oportunidad para que el Gobierno vasco iniciara una rectificación. Antes de materializarse, la voluntad socialista de participar estaba obligada a encontrar garantías de que lo primero no iba a suceder. Ambas cosas se han cumplido y así, por encima de todas las contradicciones y reservas, el acto mostró de nuevo la voluntad mayoritaria de los vascos por acabar con el terror de ETA. Nada tienen que reprocharse los colectivos pacifistas que justificadamente se negaron a atender la convocatoria, a cuya racionalidad contribuyeron decisivamente de modo indirecto, y tampoco la dirección nacional del PSOE, dispuesta a mostrar día a día que la solidaridad con la lucha antiterrorista del Gobierno Aznar no excluye el propósito de desarrollar una política vasca propia. De paso se evitaba que la manifestación de Bilbao ofreciera una imagen de marca exclusivamente vasca, por contraste con la composición vascoespañola del 23 de septiembre en Donosti. Podrán discutirse otros aspectos de su política, pero Rodríguez Zapatero ha confirmado una vez más su condición de buen jugador.No puede decirse lo mismo del Partido Popular, que parece empeñado en presentarse ante la opinión pública con la imagen de prepotencia y rigidez que de él ofrecen sus adversarios al abordar la cuestión vasca. Igual que el colectivo ¡Basta ya! o las Víctimas del Terrorismo, resultaba perfectamente explicable su inasistencia. Es el partido de Gobierno y difícilmente podía aceptar que una autoridad autonómica tan agria como el Gobierno Ibarretxe se permitiera monopolizar la convocatoria, así como fijar desde el secreto la consigna y el modo del acto. Lo malo es que el PP ha repetido la actuación del vértice nacionalista respecto de la convocatoria de ¡Basta ya!, condenándola con dureza, censurando a los asistentes y, para rematar la faena, entrando en un juego de cifras, como hicieran Gara y PNV después del 23-S, para de este modo poder menospreciar la significación de la marcha de Bilbao. Una cosa es una política de firmeza antiterrorista y otra la beligerancia extrema frente al PNV, por no hablar de las consideraciones que deben guardarse hacia un aliado, el PSOE, que de paso es el principal partido de la oposición.

En realidad, si vamos más allá de las formas, los contenidos de las políticas constitucionalistas en Euskadi nos sitúan en un óptimo técnico, dentro del reducido elenco de posibilidades. Coincidentes PP y PSOE en lo esencial, la disposición a no ceder al terror de ETA desde un estricto respeto a la legalidad vigente, y por consiguiente en reclamar a Ibarretxe una pronta convocatoria de elecciones, es claro que a partir de ahí las trayectorias divergen. El PP se inclina por una confrontación en régimen de bipolaridad entre constitucionales y nacionalistas, creyendo esencial que el PNV deje de estar al frente del Gobierno. Y el PSOE, de acuerdo con una vieja tradición de entendimiento que se remonta a 1936, presiona sobre el PNV para que recupere la senda de la democracia estatutista y del frente democrático contra el terror. Su objeto no es tanto provocar un vuelco antinacionalista como restaurar el sistema de alianzas al que puso juiciosamente término el propio Nicolás Redondo cuando se dio cuenta de que el PNV dejaba de lado la Constitución. No cabe excluir que la larga sombra de Felipe González presione para ir más allá, declarando abierta la hora de los pactos con Arzalluz sin condiciones. De momento, el riesgo está ahí, pero también el valor de una tercera vía que es la única desde la cual puede girar suavemente un PNV que en ningún caso está dispuesto a hacer una confesión general de sus pecados y aquelarres.

Ahora bien, ¿se encuentra el PNV preparado para regresar con todas las consecuencias al marco del Estatuto, en actuación y perspectivas? Hay datos suficientes para dudar de ello. Más probable parece su participación en un doble juego, de movilización social (no política) frente a ETA y de insistencia en Lizarra a cargo de Egibar. También aquí corresponde al PSOE la legitimidad para proceder a la denuncia del fraude si éste se consuma. Sublevarse contra ETA es, hoy por hoy, aislar políticamente de una vez a HB, reconocer que a corto plazo el independentismo ha de someterse a la prioridad de defender el Estatuto y, en fin, que la Erzaintza se comprometa sin reservas en la acción contra ETA y la kale borroka. Otra cosa sí que es "verbalismo", en espera de que los asesinos lleguen un día a ser ministros de un Gobierno vasco independiente, según profetizó el autor de la expresión tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco, o de que intervenga el estadista de los mapas trucados cuya aparición espera Máximo.

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