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El Espanyol resuelve en Montjuïc, y el Alavés en Noruega

Victoria del Alavés

Regresó Tamudo, marcó y el Espanyol goleó (4-0 al Grazer AK de Austria, con goles de Tamudo, Galca, de penalti, y dos de Sergio). El delantero, después de que un médico escocés le dijera que su lesión de rodilla es de lo más "fea", regresó al césped y se liberó de tanta monserga. No podía regresar de mejor manera. El Grazer era un equipo de potencial desconocido, un enigma. Pero el Espanyol, penúltimo en la Liga y abandonado por el gol, esperaba el compromiso tiritando. Los jugadores capaces de echarse un partido a la espalda escasean, pero el Espanyol ha encontrado a una de esas rarezas. Es Tamudo. Le bastó un cuarto de hora. Tomó el balón en el centro del campo, abrió el juego a la derecha para Toni Velamazán y enseguida estuvo montada la jugada del gol. Martín Posse enganchó el centro de Toni, fintó a Akoto y enganchó un tiro como los últimos que de los delanteros del Espanyol: es decir, bueno pero no lo suficiente para superar a los porteros. Pero Tamudo recogió el rechace de Schranz y no perdonó. Su gol tuvo el efecto purificador que tanto necesitaba el Espanyol.

Campo pequeño, distancia abismal. Entre el Alavés y el Lillestrom media cuando menos una generación futbolística (ganó el equipo vitoriano por 1-3, con goles de Ibon Begoña, Téllez, Contra y Helland). Los noruegos no han concluido aún la primera lección que les enseñó el primitivo fútbol inglés y el Alavés transita por la modernidad con la modestia de la sabiduría y la autoestima del alumno aplicado que se sabe hace días la lección impartida por Mané. Conclusión: a los dos minutos el Alavés obtenía el primer gol con tres toques, a los 21 el segundo con otros tantos, mientras el Lillestrom asistía entre admirado y asustado a tamaña novedad futbolística. En su enciclopedia sólo figura que uno golpea el cuero y otro lo remata, a ser posible, de cabeza. El resto es material sobrante.

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